El padre Jose de Arce y Rojas Nació en Santa Cruz de La Palma el 8 de noviembre de 1651 en el seno de una familia acomodada. Su padre D. José de Arce y Escobar, natural de la isla Terceira del archipiélago de Azores se estableció en La Palma en 1640 y contrajo matrimonio el 17 de mayo de 1644 con Dña. María de Rojas y Lima del que nacieron 3 hijos: Juan, José y Luis de Arce y Rojas. Los tres hermanos se educaron en el convento de Santo Domingo de la capital palmera. En 1668 José de Arce llega al colegio de San Hermenegildo (Sevilla) para estudiar Derecho, carrera que abandonó al año siguiente por sentir una fuerte vocación religiosa e ingresa, el 30 de julio de 1669, en el colegio de San Ambrosio, noviciado de Villagarcía de Campos (Valladolid). Tenía 18 años, blanco de piel, alto, de pelo castaño y un lunar en el carrillo derecho. Su carácter vivo y fácil elocuencia le confiere una gran reputación como educador y orador en los primeros destinos en Sevilla, Valencia, Valladolid y Salamanca. Había terminado los estudios de Filosofía y Artes. Sus enormes deseos de pasar a las misiones de las Indias los rentabilizó al aprovechar la llegada a España del Procurador General de la provincia del paraguay, el P. Cristóbal Altamirano s.j. Pudo entrar en la expedición de 33 religiosos concedida el 20 de octubre de 1672, aunque no salió hasta el 15 de diciembre de 1673 con dirección a Buenos Aires (Argentina). Inicia aquí la etapa americana que durará 41 años de dedicación a la conversión de los indios chiriguanos y chiquitos. Llegó a Buenos Aires el 15 de marzo. Se desplazó a la ciudad argentina de Córdoba donde estudió y terminó de especializarse en Teología. Enfermó gravemente de tisis hasta casi fallecer. El 7 de noviembre de 1677 es ordenado sacerdote, un día antes de cumplir los 26 años. Sus últimos votos los profesó en San Ignacio Guasu (Paraguay), el 15 de agosto de 1686, día de Nuestra Señora de la Asunción, patrona de Asunción, capital de Paraguay. El siguiente trienio lo encontramos enseñando Filosofía y Humanidades en Tarija (Bolivia). Sus dotes para la labor misionera las puede llevar a la práctica en octubre de 1689 cuando sale de Córdoba. Estudió y dominó las lenguas de chiquitos, quichuo, guaraní, chiriguaná y payaguá. En compañía de 5 jesuitas más, marchan a Tarija para fundar allí un colegio e iniciar su sueño dorado, la conversión de los chiriguanos. En estos momentos el P. Arce inicia los contactos políticos con el Cabildo y sociales con los caciques de distintos grupos de indígenas que querían abrazar la nueva religión y demandaban la presencia de los padres jesuitas para que defendiesen sus tierras y cuidaran de ellos como sus parientes guaraníes. Estos indios desean abrir el camino por Pilcomayo para el Paraguay porque sabían de la abundancia de vacas, remedio de tantas hambrunas que padecían por las plagas de langosta. El 26 de septiembre de 1690 logra pacificar un grave conflicto de guerra entre dos caciques en Pilcomayo. El 21 de noviembre funda una reducción en el río Guapay, la de «Presentación de Nuestra Señora». El 31 de julio de 1691 funda la reducción de «San Ignacio» en el valle de Tarequena. Su labor debía continuar hasta el lago Xarajes, poniéndose en marcha el 9 de diciembre con su acompañante y dos mozos que le servirían de guía hasta las primeras rancherías de las Piñocas, para penetrar en la tierra de los chiquitos. A finales de mes llegó a un lugar en el que encontró los indios contagiados de viruela y decidió quedarse con ellos. El día de final de año levantó una cruz delante de la cual rezó el P. Arce la letanía lauretana con los indios arrodillados. El 14 de enero de 1692 tenía ya acabada la iglesia que llamó de» San Francisco Javier de las Piñocas»; en honor de su santo devoto, por el cual llegó incluso a firmar como José Francisco de Arce y Rojas. Esta es la tercera fundación de una reducción por el P. Arce. La cuarta fue la de» San Rafael». Fue nombrado Padre Superior de las reducciones chiriguanas. A mediados de febrero llega la noticia de que los paulistas (portugueses de Sao Paulo) habían pasado en enero el río Paraguay para destruir Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). El P. Arce pidió ayuda al Gobernador que le mandó un grupo de 130 soldados a los que se unieron 500 indios flecheros, al tiempo que el P. Arce dispusiera que la reducción de San Francisco Javier se trasladase a un sitio más cómodo y abierto, más seguro y fuerte, sobre el río aperé o San Miguel. La victoria es para los españoles y chiquitos, siendo el P. Arce agasajado en todas las reducciones por él fundadas a su paso. En 1693 indios enemigos destruyen el pueblo de Presentación de Nuestra Señora. Las constantes amenazas de paulistas y cruceños por hacer esclavos fácilmente en las reducciones hace que el P. Arce traslade las misiones hacia lugares más seguros. En 1701 realiza un memorial sobre la» yerba mate» que envía al General de la Compañía, siendo el impulsor de este cultivo como manera de acabar con el alcoholismo entre los indios y como fuente de ingresos para las reducciones. Pero en su mente siempre estaba el encontrar la ruta que uniera las 30 reducciones guaraníes con las 10 de Chiquitos por el río Paraguay, ya que la otra ruta desde Asunción por Tucumán y Santa Cruz era larga y costosa. Con esta idea llega a Asunción en 1703 y monta una expedición con salida el 26 de junio. Frustrado por no hallar el camino regresa el 7 de enero de 1704, momento en el que se aprueba su proyecto sobre la» yerba mate». Son unos 3.000 los indios que están reducidos. Numerosos y frustrados fueron los intentos por abrir la ruta. Sabemos que en 1706 el P. Arce era cura del pueblo de San Miguel. Existe un vacío cronológico de la vida del P. Arce hasta 1713 en el que nuevamente lo encontramos de cura en San Miguel. De seguro seguía con las misiones en Chiquitos, pues en estos años hubo una Prohibición Real de las expediciones. A finales de enero de 1715 se inicia la definitiva expedición encabezada por el P. Arce y el P. Bartolomé Blende en busca de Chiquitos por el río Paraguay. A lo largo de la ruta tuvieron varios contratiempos con los payaguás y los guaycurús, llegando en barcas hasta la laguna de Mayore. A mediados de agosto inicia el camino por tierra con 12 indios, dejando al P. Blende y un grupo de guaraníes. Por fin, después de un accidentado y penoso viaje cumple su viejo sueño al llegar a la misión de San Rafael de los Chiquitos. De regreso, en Pataguá (Bolivia), encuentra al P. Blende y los indios muertos y cae en la mortal emboscada que le tendieron los payaguás. Sus últimas palabras, antes de perder la vida, fueron: «Hijos míos, muy amados, ¿por qué hacéis esto?». Era diciembre de 1715 cuando ocurrió el martirio del P. Arce, de 65 años de edad, después de 41 años en misiones y 45 de vida religiosa en la Compañía de Jesús. Su recuerdo quedó grabado en la lista de mármol de los mártires del Paraguay que se encuentra en la capilla de los Mártires en el Colegio Cristo Rey (Asunción), en el que es considerado como «venerable».
jueves, 13 de noviembre de 2014
lunes, 10 de noviembre de 2014
Lucha Canaria
Según los escritos de los conquistadores españoles, los aborígenes canarios practicaban un juego, basado en la Lucha del cuerpo a cuerpo, que terminó denominándose Lucha Canaria.La Lucha Canaria es un deporte habilidoso y sumamente técnico, enfrentándose luchadores de diferente corpulencia y peso, siendo característico que deportistas de menor peso puedan "tumbar" a un contrario superior en envergadura. Eso se debe fundamentalmente a las técnicas empleadas en este deporte, muchas de ellas sumamente espectaculares, como son las pardeleras, burras, caderas, agachadillas, toque por dentro, etc. El Reglamento de la Lucha Canaria se caracteriza principalmente por unas normas en las que se procura evitar la violencia y daño entre los contendientes, resaltando por contra, el respeto, la consideración, la deportividad y la nobleza.
Este deporte se practica en un espacio circular, compuesto generalmente de arena, aunque también suele utilizar el tatami.
Los contrincantes se enfrentan generalmente en tres luchas "bregas", resultando vencedor el que vence en dos ocasiones a su contrario. También puede derrotarlo en una brega, si se separan(empate) en las otros dos luchas.
La Lucha Canaria se practica en la actualidad en casi todas las islas.En la mayoría de los municipios de esta región, existen equipos de Lucha Canaria, así como Escuelas de Lucha Canaria.
La historia de la lucha Canaria es muy reducida, solo gracias a los historiadores de la conquista,que dejaron claro que se practicaba una Lucha en las islas,hemos podido saber mas.
Podemos recoger como dato de la historia del S.XV, de la mano de Álvaro García de Santa María (1420) que nos cuenta " porque el dicho señor Rey, envío a él, con su hermano Diego Fernández, a dos canarios que eran cristianos, el uno gran luchador; Maguer que era de cuarenta años no había en la corte quien luchase con él" Después de este relato solo nos queda descubrir de donde viene esa lucha con o sin agarre, con una gran diversidad de técnicas y que da por finalizado el combate cuando uno de los dos toca el suelo con una parte del cuerpo que no sea la planta de los pies.Una teoría dice que la lucha Canaria nació de los enfrentamientos entre las diferentes islas. También se dice que podría venir del norte de África, de los primeros pobladores y la teoría sería que ellos al igual que nuestros antepasados cuando emigraron a América, llevaron consigo su bagaje cultural. Este juego se celebraba por diversos motivos y siempre en actos importantes para los aborígenes de estas tierras, lo que viene a determinar la enorme importancia de su celebración.Desde sus orígenes, la Lucha Canaria por medio de sus practicantes mantuvo una serie de rasgos innatos en el carácter y la idiosincrasia de la cultura ancestral del pueblo: nobleza, sencillez, destreza, agilidad, admiración al vencedor y respeto al vencido.Se sabe que en las principales fiestas se practicaba la lucha. Los enfrentamientos se celebraban entre bandos, no había equipos propiamente dichos (aunque actualmente se realizan por equipos de doce personas). El Volcán Arriba compuesto por los pueblos de Haría, Teguise y demás pueblos de la zona que se enfrentaban contra el Volcán Abajo compuesto por los pueblos de Tinajo, Yaiza y demás pueblos de los alrededores.Las luchadas no tenían un número determinado de luchadores se enfrentaban a lucha corrida es decir que el luchador que ganase tendría que enfrentarse con otro luchador que quisiera luchar contra él y así hasta que no saliese ningún contrincante.
domingo, 9 de noviembre de 2014
Puertos Francos
Preámbulo-exposición del Real Decreto de Puertos Francos (1852): (...)Grande debería ser la concurrencia de naves de todas las naciones en los puertos de Canarias, como punto el más avanzado y el primero y último descanso para las expediciones que desde Europa se dirigen, ya al Nuevo Mundo, buscando los vientos constantes que soplan hacia el Occidente, ya á la frontera de la costa de Africa, ya á los mares del Asia y de la Oceanía. Y esta escala debería hacerse en el día mas forzosa á medida que se multiplican las líneas de navegación por medio del vapor, por cuanto á las necesidades de la aguada y á del refresco se agrega la de la provisión del combustible que ha venido á suplir el oficio de las velas. A pesar de todo, Señora, aquella concurrencia es más escasa que naturalmente debiera. De los buques que cruzan por aquellas aguas, apenas hay quien deje allí resultados mercantiles de su tránsito: los mas saludan de lejos el pico de Teide, como si Dios hubiera levantado aquella maravilla para la estéril admiración de los hombres. Entretanto el país va precipitándose en una decadencia visible, los cultivos se abandonan, la especulación desaparece, la miseria cunde, el azote del cólera morbo vino el año pasado á agravar los males, y va tomando ya alarmantes proporciones la emigración, que es el síntoma supremo de la próxima muerte de los pueblos. Por fortuna, Señora, el mal no depende de causas incontrastables: el remedio no se halla fuera del alcance de la legislación. V.M. está en el Trono; y solícita por el alivio de los súbditos que la Providencia puso bajo su imperio, dejará satisfechas las esperanzas de unos habitantes pacíficos, morigerados, leales, que en todos los trances por donde ha pasado la nación, han dado insignes testimonios de su patriotismo (...)
Declárense puerto franco las Islas Canarias, y todos estos inconvenientes desaparecerán. Sueltas las trabas que embarazan ahora la acción mercantil, se formará allí naturalmente un gran centro de contratación, acudirán los capitales, se crearán establecimientos, se fomentará el trabajo; y aquellas islas, ahora olvidadas, serán el enlace y el punto de comunicación de apartados continentes. Sea cual fuere el sistema económico que prefiera la opinión de cada uno, nadie podrá negar que las condiciones mercantiles de las Islas Canarias son esencialmente distintas de las que concurren en la Península. Las industrias que allí existen, verdaderamente indígenas por su misma especialidad, no pueden resentirse de la concurrencia. El contrabando no debe temerse: la distancia de nuestras costas, la navegación, tan laboriosa por lo común á la venida como es fácil a la vuelta, la presencia de las Autoridades y dependientes del Gobierno, son otros tantos obstáculos para este tráfico, y mas si lo comparamos con el que tan activamente nos hostiliza desde puntos estrangeros mas inmediatos. Bajo estos dos conceptos, pues, el Ministro que suscribe ha creido que nada puede oponerse á que, según se propone en el proyecto, se declaren puertos francos los de Santa Cruz de Tenerife, Orotava, Ciudad-Real de Las Palmas, Santa Cruz de La Palma, Arrecife de Lanzarote, Puerto de Cabras y San Sebastián, por los cuales únicamente pueda hacerse el comercio con los de la Península, con el correspondiente registro que evite todo abuso. Aunque por este hecho, y para los efectos generales del comercio, los puertos francos de Canarias deben considerarse como estrangeros, deben exceptuarse de esta regla los artículos que, siendo conocidamente de las Islas, se designan en el proyecto, los cuales gozarán del beneficio del cabotaje. En ellos están comprendidos varios cereales, granos y semillas, lo cual no se hubiera atrevido el Ministro á proponer á V.M. si en otro artículo no se hubiera excluido de la franquicia general la importación de granos en las Islas Canarias, donde ha de continuar siguiendo el actual Arancel. A esto ha obligado la consideración que por su importancia merece la clase agrícola, la cual sin esta restricción hubiera sufrido un golpe mortal (...) La declaración de franquicia de los puertos de Canarias se halla enlazada, con miras mas lejanas que progresivamente se irán desenvolviendo. El cultivo del tabaco, el establecimiento de la inmensa pesquería que puede hacerse en la costa de Africa, las relaciones de comercio con las islas de Fernando Poo y Annobón, son eslabones de una magnífica cadena, cuyo primer anillo se halla en manos de V.M., que tanto se desvela por la felicidad de sus pueblos. Fundado en estas consideraciones, el que suscribe, de acuerdo con el Consejo de Ministros, tiene la honra de someter á la aprobación de V.M. el adjunto proyecto de decreto. San Ildefonso once de Julio de mil ochocientos cincuenta y dos.=- Señora.= A L.R.P. de V.M.= Juan Bravo Murillo. Gaceta de Madrid, núm 6.595
Comercio canario-americano
Los Puertos Francos. Por José Miguel Pérez García: Las franquicias, es decir, la reducción de trabas fiscales y económicas para el comercio de exportación e importación, han constituido uno de los temas constantes y eternos en la historia económica de las islas. Desde los primeros años, tras la Conquista, la Corona de Castilla vio la necesidad de ofrecer incentivos para que se fijara población en el Archipiélago, y la conveniencia de dotar a Canarias de algunas ventajas con respecto al régimen fiscal y económico peninsular. Así, se arbitraron algunas medidas: la reducción de los impuestos, que, en las islas, fueron menores en un 80% a los estipulados en la Península; la reducción de los aranceles para el comercio; y el permitir que, durante muchas fases, los puertos canarios quedaran habilitados para el comercio con América, que se desarrollaba en régimen de monopolio. Estas ventajas incentivaron el poblamiento y generaron una economía isleña muy vinculada al trasiego de la expansión atlántica que se desarrolló en los siglos de la Edad Moderna. Al mismo tiempo, ese sistema de franquicias favoreció la vinculación de las islas a la Corona pues se proporcionaron medios para la defensa y el gobierno del Archipiélago, y además se propició una potente actividad exportadora de determinados productos agrarios (azúcar, vino, etc.). En las primeras décadas del siglo XIX, se impuso en España una política económica proteccionista (plasmada en los Aranceles de 1821) que buscaba amortiguar los efectos que, para España, tuvo la pérdida de las colonias americanas. Antes de esas pérdidas, gran parte de las manufacturas que España importaba se pagaban con los metales preciosos procedentes de sus posesiones en América; tras la independencia de éstas, se produjo la consiguiente disminución de aquel medio tradicional de pago. Para evitar que aumentara en exceso el déficit comercial, y también para estimular que las manufacturas nacionales suplieran a las extranjeras, se estableció un arancel protector a la importación que se extendió asimismo a determinados productos agrarios de gran consumo, como los cereales. Estas medidas tendrían graves repercusiones en Canarias, pues supuso la disminución de la importación sin que pudiese crearse industria local alguna, y también que las manufacturas hubieran de traerse de la Península, que eran mucho más caras que las importadas del extranjero. Durante la fase de crisis económica transcurrida entre 1820 y 1850, los principales representantes de la burguesía isleña reclamaron como solución única la existencia de un sistema de libertades comerciales para el Archipiélago. A pesar de que tal demanda tropezaba con la política de centralización que por aquellas etapas marcaba el cambio hacia el Estado liberal, a mediados del siglo el Gobierno terminó aceptando que se aplicaran normas de excepción para el régimen fiscal canario. De este modo, reinando Isabel II, el gobierno presidido por Bravo Murillo decretó el régimen de Puertos Francos para Canarias, el 11 de julio de 1852. Con el apoyo de algunos de los ministros de aquel Gobierno (entre otros de Bertrán de Lis) se establecieron reducciones aduaneras y se permitió el acceso de las islas a los mercados exteriores. En 1870, las Cortes Constituyentes del Sexenio Democrático (1868-1874) dieron carácter de Ley a aquel Real Decreto de 1852. Y, en 1900, otra norma legal amplió las ventajas fiscales. En 1972 se publicó la Ley de Régimen-Económico Fiscal para Canarias y, posteriormente, con la transición a la democracia, las especialidades económicas canarias se recogieron en los principales textos (Constitución, Estatuto de Autonomía) que han configurado el régimen político y administrativo del Archipiélago.(José Miguel Pérez García)
José Murphy y Meade (1774-1836): Don José Murphy nace en Santa Cruz de Tenerife el 25 de febrero de 1774. Era descendiente de comerciantes irlandeses afincados en Canarias. Su padre D. Patricio Murphy y Kelly había nacido en Dublín en 1735 y su madre Doña Juana Meade y Sall en 1747, en Las Palmas de Gran Canaria. Contraen matrimonio el 24 de enero de 1773. Tuvieron tres hijos: nuestro personaje, Patricio e Isabel. En principio, desde joven, José Murphy se dedica, como su padre, al comercio, aunque pronto se revela su vocación política. Se casa el 3 de enero de 1799 con su prima hermana Doña Juana Anran y Meade, también de ascendencia irlandesa y canaria. Entre 1801 y 1802 fallecen sus padres. Por esas fechas Don José pertenece al Real Consulado Marítimo y Terrestre de las Islas Canarias y el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife le ha elegido como diputado. El mismo año de 1801, de la muerte de su padre. Fallece su joven esposa a los 27 años de edad. En 1806 Murphy y Meade es elegido síndico personero del Ayuntamiento de Santa Cruz, y al año siguiente segundo Cónsul del Real Consulado de Irlanda. Mas a consecuencia de la invasión napoleónica y el exilio de los Reyes, con la consiguiente falta de Gobierno se constituye, en 1808, la Junta Suprema de La Laguna, en la que es elegido Murphy como vocal, y en calidad de tal asiste a las reuniones de la Central celebradas en Sevilla y Cádiz. El mismo año 1808 es elegido diputado para la Junta Central junto con el marqués de Villanueva del Prado. En 1812, terminada la Guerra de la Independencia, establece una Compañía comercial con su hermano Patricio. Poco después, instalada la Diputación Provincial de Canarias en Tenerife, José Murphy figura entre los diputados electos, y luego es nombrado Secretario provisional. En 1816 hace viaje a Europa; pasa dos meses en París y dos años y medio en Londres, con motivo de su empresa comercial. En 1818 es elegido, de nuevo, síndico personero del Ayuntamiento de Santa Cruz, y en 1820 se le elige como vocal de la Junta de Sanidad. El año 1821, tan importante para la historia de Tenerife, escribe Don José Murphy un folleto titulado Breves reflexiones sobre los nuevos aranceles de Aduanas; el 6 de junio contrae segundas nupcias con Doña María del Carmen Greagh y Amat. Marcha a Madrid con su esposa y se presenta al Rey, el 30 de septiembre suscribe su famosa Representación sobre Capitalidad, que presenta a las Cortes, consiguiéndola el 22 de octubre para Santa Cruz de Tenerife. En 1822, una vez iniciado el bienio liberal, José Murphy y Gracialiano Afonso son nombrados diputados a Cortes por Canarias, y el primero de marzo figura Murphy en la Comisión que ha de recibir a la Reina en la apertura de dichas Cortes. Tiene diversas e importantes intervenciones en la cámara sobre la "división de partidos", "la libertad de comercio" etc. Ese mismo año se le nombra representante de la Diputación de Canarias, para entregar al Rey el Decreto ley sobre "Prohibición de conventos", pero por no estar presente es sustituido. En 1823 escribe e imprimen Madrid sus Observaciones sobre la supresión del obispado de Tenerife que se somete a la Comisión eclesiástica. En la histórica sesión de las Cortes celebrada en Sevilla ese mismo año, Murphy suscribe el acuerdo sobre la incapacidad del Rey y la creación de una Regencia.
Años de exilio: Después, cuando se produce la reacción absolutista Don José tiene que huir a Gibraltar, de allí pasa de incógnito a Canarias, y sale del Puerto de la Cruz de la Orotava con rumbo a Londres. Se le condena a muerte en la Sala del Crimen de Sevilla el 11 de mayo de 1826. Entre 1830 y 1836 tenemos los últimos documentos relacionados con la vida de don José Murphy como son la escritura de venta de sus bienes, el decreto sobre las empresas comerciales, etc... hasta que se produce la amnistía total de los exdiputados a Cortes exiliados que se habían opuesto al absolutismo de Fernando VII. Un duro golpe para Don José fue la muerte de su hermano Patricio el 8 de mayo de 1836, pero se desconoce la fecha del fallecimiento de nuestro biografiado, que o debió sobrevivir mucho a su hermano. Don José dejó descendencia de su primera mujer, que fueron Don Patricio Murphy y Anran y Doña Isabel que murió poco después de nacer. (de Laguna)
José Murphy y la representación sobre los aranceles de aduanas (1821): Prescindamos, pues, para ver si estamos en este último caso de todos los eventuales a que se ha aludido propios para entorpecer las comunicaciones de estas islas con la península: imaginemos que todo ha de ser propicio en quanto a cosechas, y que estaremos libres de aquellos mil incidentes adversos e imprevistos, de los que rara vez dexa alguno de atravesarse, a contrariar los más bien formados planes; y supongamos aún que ha cesado la guerra actual que subsiste con los disidentes de la América y que tantos daños ha causado: que se pudiera ir y venir de España con la facilidad y prontitud que se va desde Ceuta, o aunque digamos de las islas Baleares; y que en fin, desde la península pudieran surtirse estas islas de todos los géneros de absoluta necesidad y de los renglones de subsistencia que indispensablemente han de menester: supóngase todo esto, y, sin embargo, es bien cierto, que no se evitaría la ruina del comercio de los vinos, y que por lo mismo se atravesaría en mucho el de la barrilla: porque, ni uno ni otro renglón que en España abundan, podrían servir para pagar lo que de allí se trajera ¿con qué, pues, satisfarían estas islas por lo que sacaran de España? Con dinero no podría ser, porque como este signo no entra por lo general en un país sino como representante de los frutos o manufacturas sobrantes de él, que se han estraído; y los que de aquí se sacan no podrían venderse sin gravísimo quebranto, si hubiera de hacerse la venta de modo a que refluyera aquí o en la península su producto en numerario, y no en mercancías, resulta que ni tendríamos éstas, ni tendríamos dinero, ni sobrantes en frutos, por que a tener los últimos sólo estimula la certeza de que sirvan para proporcionar las cosas de que se carece: y no pudiendo servir los vinos sobrantes para venderse por dinero en los países a donde principalmente se llevan, yen donde ahora se espenden, porque se toman por ellos unos efectos que está prohivido recivir; es claro, que no se hará más vino que el indispensable al limitado consumo a que lo reducirá el nuevo estado de cosas, y no se sabrá con que cubrir lo que venga de España, que ha de ser por lo mismo muy poco o nada el consumo de un país así empobrecido vendrá en verdad a ser insignificante, y puestas en la balanza de una parte las ventajas que el estado sacaría de este pequeño aumento de gasto de géneros nacionales, y de la otra la destrucción total de uno o dos ramos preciosos de industria que también son muy nacionales, y de que depende a subsistencia y bien estar de más de doscientas mil almas, parece demasiado obvio de qué lado estaría la mayor pérdida, para exigir una disertación muy difusa a fin de manifestarlo.
Anticipa el Consulado la respuesta que se dará por algunos a estas objeciones, y es, que siendo los hombres naturalmente amigos del ocio, y prefiriéndolo al trabajo, es preciso para hacerlos industriosos que sientan los estímulos de la necesidad, o de algún otro grande interés personal; esto es una verdad; pero no aplicable al caso presente. En estas islas hay industria: ella es la que produce los dos citados ramos de comercio mediante éstos, se compran a los estrangeros las cosas que se necesitan, y que no podrían obtenerse en España por el mismo camino. El tráfico, pues, de estas islas con la mayor parte de los países extrangeros, es un cambio de industria. Las islas Canarias permutan la suya con los únicos países con que es posible verificarlo. Restringido su comercio a la península sola, seria menester abandonar la industria actual, y sostituirle otra capaz de producir los equivalentes a los productos que se traxeran de allí, o establecer aquí mismo talleres que satisfacieran a las necesidades de estos habitantes. Guimerá Peraza, M. 1974, p. 266-267.
Valoración histórica de Alejandro Cioranescu (1986): Sin entrar en los detalles de la ley y de sus vicisitudes históricas, se puede resumir su filosofía en tres ideas fundamentales: exención impositiva para las mercancías importadas del extranjero; arancel de excepciones a esta regla, con establecimiento de unos arbitrios de puerto franco, en ningún caso superiores al tributo que pagarían los mismos géneros a su entrada en la Península; supresión, en las Islas, del régimen español de monopolios. La ley había sido concebida como instrumento de desarrollo para Canarias, y positivamente lo fue. No enriqueció las Islas, porque sólo atendía a los intereses del puerto y del comercio; pero el puerto es, en último análisis, la única puerta por donde podía entrar la riqueza a las islas. Hizo, cuando menos, otra cosa que quizá era más importante y que justificaba sificientemente las medidas de excepción: aseguró el abastecimiento de una zona aislada que consume más de lo que produce y abarató la vida incluso para los menos pudientes. Sin embargo, el régimen especial canario también arrastra un saldo negativo. Dos puntos negros merecen una atención particular. Por una parte, la ley de Puertos Francos surtió sus efectos por medio de la actividad portuaria: lo cual significa que estos efectos, por cierto que benéficos, se presentan a modo de círculos concéntricos, con una mayor densidad de las fuentes de trabajo y de riqueza en las zonas más cercanas al puerto y con un vigor que se cansa y va decreciendo a medida que se aleja del centro. El centro resulta forzosamente favorecido. De ahí el doble resultado de un desarrollo muy desigual, función en gran parte de la distancia del centro, y de un recrudecimiento de la rivalidad entre las dos capitales, conocida con el nombre de pleito insular, que pugna entre dos emporios, rivales por imperativos geográficos y destinados a no entenderse mientras los polos de desarrollo comercial sigan siendo dos. En otros términos, la supresión del monopolio centralista ha conducido rápidamente a un monopolio regionalista, de hecho cuando no de derecho, y, por tratarse de intereses económicos, bastante más dispuesto a luchar de lo que estaba el monopolio madrileño. En segundo lugar, la ley de 1852 había nacido contrahecha. Su intención era de establecer franquicias, lo que significa exención, y su objeto fue establecer arbitrios. Algo se ganaba, naturalmente, porque lo que se quitaba a la franquicia estaba destinado a las necesidades regionales y porque, de todos modos, era suficiente. El puerto conseguía una libertad condicional y las condiciones empeoraron progresivamente. Por necesidad o por instinto, no se había alcanzado la libertad, sino que se había vuelto a la peculiaridad de siempre de la fiscalidad canaria, que saca provecho del comercio de importación y exportación, porque el renglón es con mucho el más rentable y el más fácil de fiscalizar. El mismo concepto de puerto franco, de dudosa pureza en la ley, se ha vaciado de contenido: en 1911 Pizarroso observa que en Canarias viene a ser un régimen aduanero disfrazado y hace poco que Leopoldo de la Rosa repetía que se parece mucho a una verdadera aduana. El desarrollo de las franquicias no podía ser más resbaladizo ni más contradictorio. Los aranceles de géneros sometidos al arbitrio insular han seguido el camino de todos los aranceles de aduana, que suelen crecer y multiplicarse.