lunes, 13 de julio de 2015

Las falsas mentiras del regimen

Si hablamos de cifras, Ramiro Rivas sostiene que hablamos de unos 30.000 detenidos, de los que unos 10.000 fueron gubernativos, unos 8.000 fueron condenados en consejo de guerra, casi 10.000 fueron condenados por el Tribunal de Responsabilidades Políticas; donde muchos tenían más de una causa abierta, en lo que además supuso una transmutación importante de riqueza, ya que nadie puede negar a estas alturas que ocurrió un auténtico latrocinio.
Hasta 1950 hubo casi 20.000 exiliados. Por testimonios orales contrastados y muy fiables, las víctimas mortales de la guerra civil duplican estas cifras; pero las cifras oficiales: 125 en plena guerra y 3.000 asesinados. Con todos estos datos, el historiador se pregunta ¿cómo se continúa afirmando que no hubo guerra en las islas?










El timo de la transición Años ha, ¿se acuerdan?, se nos explicó aquel cuento que decía que la transición era el único pacto posible para llegar a la democracia. Ahora ya sabemos que aquel acuerdo no fue más que un timo, una maniobra para evitar la justicia y absolver a los responsables. Después del apartheid se estableció en Sudáfrica la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, que logró restablecer la memoria y hacer justicia, dos premisas básicas para que una sociedad pueda volver a ser libre. España optó por la vía inversa. Escondió su pasado siniestro debajo de la alfombra y humilló a las víctimas de la dictadura con el peor castigo que existe: el olvido. Toda una literatura muy orquestada, en forma de películas, libros aplaudidos y discursos caducos, ha querido convencernos de que la transición fue ejemplar. Pero bien entrado el siglo XXI las heridas que nos dijeron que se habían cerrado para siempre no solamente siguen abiertas sino que se han infectado gravemente. Muestra de ello es lo que sucedió hace escasos meses, en el Congreso de los Diputados. Una inofensiva proposición no de ley que instaba a convertir el 18 de julio en el día de la condena de la dictadura franquista fue tumbada, cómo no, con los votos del PP, el partido que tuvo como presidente de honor a un franquista miembro de los Consejos de Ministros donde regularmente se decidía la ejecución de gente inocente y que murió, fiel al espíritu de la transición, con todos los honores. El resultado es que flota en el ambiente una idea enfermiza según la cual el franquismo fue en realidad una dictablanda. Los que fueron encarcelados, torturados o perseguidos por sus ideas asisten perplejos a una segunda y terrible condena. Porque lo que en realidad quieren los descendientes de los ganadores de la guerra civil es volver a ganarla hasta el fin de los tiempos. Como dijo aquel, pero al revés: españoles, Franco no ha muerto.





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