sábado, 30 de septiembre de 2017

Te sentí madre Auara




En los albores del amanecer, llegamos a tu cumbre, querida madre, auara.
Preparamos, nuestras mochilas para sentir tu quietud, tu suave romance desde miles de años con tu pretendiente los vientos alisios, que te humedece con la típica humedad de su ir venir.
Comprendí y sentí al empezar el camino, las miles de almas que antaño, llevaron o bien en bestias o como bestias donde los colonos se habían establecido.
Pareció como si un pastor auara nos mirará, con su larga lanza, para moverse en tu agreste y accidentado paisaje, hecho a golpe de esfuerzo por la erosión y esa gota fría que te caracteriza y que tras millones de años dió el aspecto que tienes hoy y tu belleza mágica que nos hace trasponer a cientos de años.
Tan agradecida eres que por una de tus fuentes a través de una de tus rocas, nos ofreciste y de la cual bebimos.
El hablar del viento entre los pinos, ese susurro tan relajante que a mi me transporta a épocas pasadas donde una parte de mi sangre, empieza a tomar sentido, conectar con mis antepasados, mujeres y hombres curtidos y hechos a tí.
Venerando tu generosidad, en ofrecerles alimentos. Mi mano se apoyó sobre el suelo, esa tierra negra, esa tierra generosa sin igual, gran proveedora de tantos frutos y alimentos.
Sentirte fue saber que tu hijo, se siente muy orgulloso de ti, agradecido de que seas mi madre.
El gran Magek se levantaba desde el mar,  su majestuosidad típica necesaria para entre ese trío también conjuntado ofrecieran tus veleidades y esa fertilidad que te caracteriza.
Oír como las almas de los transeúntes del camino, en miles de años los habían utilizado, transitando por él.
Tu quietud, tu paz me conmueve, lejos de problemas diarios, de egoísmos sin razón de esas simplezas que hacen complejo al ser humano.
Esa sociedad, que creamos y que nos hace tremendamente ya no depredadores, si no destructores, la peor enfermedad para tí. ¿ En que nos convertimos ?
Tus hijo e hijas en su mayor parte te desconocen, no saben lo misteriosa que eres y tu dulzura de encantos en cualquier momento, se vuelven peligrosas laderas, que en una equivocación pueden dar con sus huesos en el fondo de tus barrancos.
Pocos de ellos no son de montaña, muy pocos los otros no ves el fondo ni el final.


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