Azucena Roja´, la gran olvidada
La comunista chicharrera Isabel González fue la primera concejal del Ayuntamiento capitalino y una de las pioneras en la lucha por la participación de la mujer en política
Premio Nobel de literatura Anatole France escribió en 1894 La azucena roja, una historia de amor en la época napoleónica que sirvió de inspiración a la primera mujer concejal de Santa Cruz. Isabel González González utilizó el título de esta novela como seudónimo a lo largo de su agitada vida. El pasado agosto se cumplió el 45 aniversario de la muerte de la también cofundadora del Partido Comunista en Tenerife, Azucena Roja, la gran olvidada. De hecho, nadie se acordó de la efeméride.Es muy escasa la repercusión que ha tenido en la historia canaria la lucha socialista tinerfeña a comienzos de los años 20 del siglo pasado. Algunos autores han llegado, incluso, a negar que existiera. Pero lo cierto es que existió y que fue indiscutible el papel jugado por Isabel González, como se recoge en Azucena Roja. La aparición del comunismo en Tenerife, del doctor en Historia José Manuel Rodríguez Acevedo, y Crónica de vencidos. Canarias: resistentes de la guerra civil, de Ricardo García Luis.Al menos en Santa Cruz una calle del barrio de Cuesta Piedra lleva su nombre. "Calle Isabel González Azucena Roja", reza el cartel sobre la pared de unos adosados.Aún hoy, 77 años después del inicio de la Guerra Civil y la posterior Dictadura franquista, se sigue pidiendo justicia por los asesinatos cometidos, así como la recuperación de la memoria del bando republicano. Así, hay que recordar a aquellos que vivieron condenados a la clandestinidad y dejando a un lado la ferviente lucha que durante años habían defendido.Isabel González fue uno de los personajes que tuvo la suerte de sobrevivir a aquellos años de represión y muerte, pero fue prácticamente borrada de la historia del pueblo por el que luchó. Son muy pocos los que hoy en día recuerdan y comprenden quién fue aquella mujer chicharrera que se hacía llamar Azucena Roja.Isabel González es uno de esos personajes que merecen ocupar un destacado lugar en las crónicas históricas del Archipiélago porque, en la década de los años 20 y 30 del siglo pasado, luchó para que la mujer ocupara el lugar que le correspondía en la sociedad canaria, que entonces la tenía relegada. Isabel González nació en Santa Cruz de Tenerife en 1890. Era hija de la también chicharrera Rosario González. A los pocos años, madre e hija emigraron a Cuba para ganarse la vida. Allí, consiguieron reunir un pequeño capital con el que, a su regreso a Tenerife, montaron en Puerto de la Cruz una pequeña tienda de telas y joyas. En esa ciudad, Isabel González se casaría con el zapatero portuense Aurelio Perdigón, nieto del también zapatero portuense Juan Perdigón.Más adelante, el matrimonio se trasladó a Santa Cruz, donde vivieron en la casa de la madre de ella, en la calle Horacio Nelson. Allí vivió Isabel toda su vida, salvo los años de la clandestinidad que vinieron tras el Golpe de Estado de julio de 1936. Isabel González y Aurelio Perdigón tuvieron dos hijas, Ligia –que falleció al poco tiempo de nacer por tosferina– y Electra, nacida en 1917 y cuyo particular nombre se debe a la obra teatral de Benito Pérez Galdós, que fue siempre uno de los escritores preferidos de Isabel.La chicharrera fue una mujer autodidacta en todos los ámbitos, que apenas pasó por la escuela. Sus descendientes recuerdan que era una gran lectora: leía todo lo que pasaba por sus manos. La juventud de Isabel y Aurelio fue relativamente desahogada. Él tenía una zapatería en Santa Cruz y ella montó en su casa un taller de costura, que tuvo cierto éxito. Isabel era una costurera experta y llegó a tener cuatro o cinco mujeres cosiendo en su pequeño taller.Esta santacrucera puede ser considerada la primera comunista marxista-leninista de Tenerife. A pesar de su escasa formación, Isabel González fue una de las primeras personas en las Islas que comprendió lo que realmente significaba el estallido y el triunfo de la revolución de octubre de 1917 en Rusia. Sin posiblemente haber leído los clásicos del marxismo, la tinerfeña supo interpretar precozmente el mensaje que para los trabajadores de todo el mundo tuvo la Revolución rusa.Comenzó, así, su vida política militando en el recién fundado PSOE, de la mano de Manuel Bethencourt del Río. Pero a los pocos años, se hizo patente que sus jefes, de extracción burguesa, no estaban dispuestos a convertirse en verdaderos revolucionarios. En ese momento asumió la tarea de seguir el camino de los rusos.En 1919, Isabel González se encontraba totalmente comprometida en la tarea de organizar a las mujeres trabajadoras tinerfeñas. En junio de ese año, ya con el seudónimo de Azucena Roja, la chicharrera publicó en El Socialista de Tenerife, un artículo en el que llamaba a los hombres socialistas a ayudar a sus compañeras a integrarse en esta vertiente política. En una Asamblea celebrada en noviembre de 1919, a la que asistieron 52 afiliadas, se constituyó, a iniciativa de Isabel, la Liga Femenina Socialista, cuya presidencia recayó en ella misma. Así trataría de incorporar a la mujer obrera tinerfeña en la lucha política. A partir de ese momento, Azucena Roja se convirtió en una ferviente organizadora de la causa socialista y de la emancipación de la mujer proletaria. Comenzó, pues, un periodo de gran popularidad para ella y, desde la publicación de su primer artículo, fueron pocos los números de EI Socialista de Tenerife que no incluyeron un apasionado texto de Isabel González. La temática de estos escritos casi siempre derivaba a las mismas cuestiones: el papel fundamental que debía jugar la mujer de la clase obrera en la nueva época que comenzaba y la necesidad de que se produjera su incorporación activa a ese proceso de profundas transformaciones.Sus artículos siempre se distinguieron por su gran sentimiento revolucionario. Aunque los libros le sirvieron de guía para seguir sus ideas liberadoras, fue la pasión proletaria y su rebeldía lo que nutrió sus textos. Así, en sus artículos hizo referencias constantes a lo que conocía de primera mano: el sufrimiento de los hijos de mujeres solteras, el dolor de las madres que pierden a sus hijos –que ella misma padeció–, la opresión de la mujer obrera apartada de la vida social y política, la explotación de las costureras y el desprecio con que eran tratadas por la mujeres de las familias burguesas. En octubre de 1919, la agrupación socialista de Santa Cruz organizó una gira política a Puerto de la Cruz. Allí, se dirigieron al público los jefes socialistas. Junto a ellos tomó la palabra Azucena, en nombre del grupo Femenino Socialista. En Puerto de la Cruz aún se recuerda que fue la primera mujer que habló en un acto político. Su marido, Aurelio Perdigón, también tuvo una vida política activa. En enero de 1921, formó parte de la Junta Directiva de la Agrupación Socialista tinerfeña. Un año después, se produjo la fusión de la Agrupación Socialista y la Juventud Socialista y él salió elegido como presidente de la nueva directiva. En la década de 1930, con el gran ascenso del movimiento obrero y el auge de la situación revolucionaria en el país, Isabel González jugó un papel muy importante y alcanzó una significativa repercusión en la sociedad y la política canaria. En este contexto de conflictividad creciente, se configuraron, en diversas Islas, grupos comunistas independientes que fueron aumentando poco a poco. Los comunistas de Tenerife se aglutinaron alrededor de la Azucena Roja. En 1933, tuvo lugar en Las Palmas de Gran Canaria un congreso de unificación de todos estos grupos y se creó el definitivo Partido Comunista de España en Canarias. Esto ocurrió doce años después de que comenzara la lucha de Isabel para su constitución en Tenerife. Fue en este momento, también, cuando la chicharrera organizó el grupo Claridad Feminista, una manifestación clara de la importancia que dio siempre, desde su etapa en el Partido Socialista, a la incorporación de la mujer trabajadora en la lucha política revolucionaria. En 1933, cuando el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, convocó elecciones a Cortes para noviembre de ese mismo año, el Partido Comunista dio a conocer su candidatura, en la que figuraba Isabel González. Sin embargo, posteriormente se elaboró otra candidatura en la que ella ya no aparecía.En 1935, Azucena Roja viajó, por fin, a la Unión Soviética formando parte de una delegación de obreros que se desplazó al país euroasiático para asistir a las celebraciones del primero de mayo. Durante los meses que pasó allí, escribió varias crónicas que se publicaron en Espartaco. La primera de ellas refleja la intensa emoción que vivió en ese viaje. A su regreso de la Unión Soviética, Isabel continuó sus actividades comunistas en Tenerife, y creó la agrupación de Amigos de la Unión Soviética.Con el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, el 14 de marzo tomó posesión de su cargo como nuevo gobernador civil Manuel Vázquez Moro. Fue entonces cuando nombró, entre otros, a concejales de Unión Republicana, PSOE, Izquierda Republicana, y a la primera mujer concejala del Ayuntamiento de Santa Cruz, Isabel González González, del Partido Comunista. Incorporados todos los concejales a sus cargos, se realizó la correspondiente votación, obteniendo la Alcaldía José Carlos Schwartz Hernández, de Izquierda Republicana, siendo uno de los concejales el poeta gomero Pedro García Cabrera, del Partido Socialista Español.Poco tiempo le duró la concejalía, puesto que unos meses más tarde, el 18 de julio, Francisco Franco dio el Golpe de Estado, justamente desde Tenerife. Los militares tomaron el poder y aplastaron el movimiento popular que estaba poniendo en peligro la continuidad de la dominación social oligárquica. Con este acontecimiento se inició la Guerra Civil que, en Canarias, supuso la puesta en práctica de una feroz política represiva contra los sectores populares.Schwartz fue detenido y asesinado, aunque su cuerpo nunca ha aparecido. Isabel y su marido pasaron a la clandestinidad. Mientras, los militares fascistas apresaron a su hija Electra para interrogarla sobre el paradero de su progenitora. Aurelio buscó refugio en Puerto de la Cruz, en casa de sus familiares, e Isabel se escondió en Santa Cruz, cambiando frecuentemente de casa para evitar ser descubierta. Algunos testimonios orales, recogidos por García Luis, la sitúan justo después del Golpe de Estado, trabajando clandestinamente en el Socorro Rojo Internacional, apoyando a los presos políticos. De esta manera, pasó cerca de diez años escondida. Su marido falleció por enfermedad en la década de los 40, quedándose Azucena sola. Al poco tiempo, gracias a un indulto decretado en octubre de 1945, pudo reaparecer, a cambio de presentarse ante el General García Escámez. Así, se reintegró a la vida legal, sin ser perseguida ni procesada, aunque con una estricta vigilancia policial porque las autoridades franquistas no se fiaban de ella, ya que diversas fuentes la citaban en eventos clandestinos comunistas.A los 71 años, Isabel sufrió una hemiplejía que la dejó inválida y la obligó a pasar siete años en silla de ruedas. Finalmente, en 1968 fue víctima de un nuevo ataque de este trastorno mientras se duchaba que acabó con su vida cuando tenía 78 años. Se perdía, de esta manera, a una de las mujeres más excepcionales que ha tenido la historia de Canarias.La vida de Azucena Roja ha de ser un ejemplo a seguir para las féminas de hoy en día porque como ella misma dijo: "Y cuando la mujer lucha, ¡pobre de los cobardes, desgraciados traidores, porque sabemos vengarnos con todo el coraje de una hija del Teide!"
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