miércoles, 3 de febrero de 2016

Tendré que volver

Dicen, además aunque soy ateo confesó, que la energía nunca muere y que a este plano, se viene a aprender, pues tal como llevó las cosas y en un día de profunda melancolía y reflexión, este curso lo llevó muy suspendido.

Mire la balanza y observe bajo mi criterio, que lo llevó pasado rematadamente mal.

Es de esos días donde más deseas desaparecer del mapa, no haber existido, no haber dicho esto y hacer lo otro, siendo el resultado, sinceramente nefasto.

Aunque algo habré hecho bien, no me cabe duda, se por otra parte que en la balanza se inclina más, hacia el error que al éxito.

Muchas veces quien quieres que te comprenda y te apoye, no está o no quiere, aún sacrificando tu vida si fuese necesario, pero no corresponde, a esa necesidad que tienes y quien realmente, menos te interesa, más te apoya y aunque no es de desechar la deferencia, no llega a esa plenitud o a eso que demandas.

Y es que esa soledad, heredada de tu progenitor es a veces tan buena como dañina, como bomba de fragmentación, que te destroza por dentro.

Esos momentos de falta de aliento cada vez que avanzan los años, se vuelven más cotidianos, más sin ganas, más sin vivir. Son una tortura permanente.

Cada día es una lucha constante, por querer seguir, se abren frentes aquí y allá. Quieres dar cabida a todo y realmente te sobrepasa.

Me gustaría irme, cuando me toque o cuando me induzca las circunstancias de mi tiempo, pero más ganas tengo de volver a ver si de una vez, acierto y acierto, pero como dicen que sólo pequeños destellos recuerdas de aquello que viviste, esperó no volver a meter la puñetera pata, como esta vez.

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