sábado, 24 de septiembre de 2016

Retazos de historia

LA BATALLA DE TIRAJANA, EL DÍA DE SAN BARTOLOMÉ DE 1479
24 de agosto de 1479, aún no ha amanecido en el Sur de Gran Canaria, mientras tres naves castellanas surcan la costa y se dirigen a un poblado canario, situado en las proximidades del actual Bahía Feliz. El objetivo es coger desprevenidos a los canarios para capturarlos y venderlos como esclavos en los mercados peninsulares. También robarles ganados y alimentos de su refugio de Tirajana (los montes de Amurga) con el fin de desgastarlos en la lucha por la conquista de la isla.
Hay muchos canarios en el territorio, pues celebran por estas fechas (la última luna llena de agosto o primera de septiembre) una de sus romerías anuales al santuario sagrado de Tirajana (Amurga). La festividad representa el final del verano y la llegada de la próxima estación de lluvias, posteriormente esta fiesta se transforma para la iglesia católica en las festividades del Pino, San Nicolás (El charco) y La Candelaria.
Al mando de las naves está Pedro Hernández Cabrón, corsario gaditano al servicio de los reyes católicos, al que acompaña el Deán Bermúdez. Cabrón se hará famoso por su perversidad años más tarde, pues es encargado de transportar a África a los judíos expulsados de España por los Reyes Católicos, a los que engaña, primero cobrándoles por el transporte y luego robándose e incluso vendiéndose como esclavos . Se cree que de este hecho viene la expresión que lleva su apellido.
El lugar donde se encontraba el poblado canario fue bautizado pocos años después por los castellanos como Pozo del Lentisco, los canarios lo llamaban “Maspalomas” y en la acción fue completamente destruido. Era un importante centro ganadero, donde culminaban las apañadas de Tirajana (Amurga), costumbre canaria que se seguiría realizando hasta el s. XX. También contaba con un pozo de aguas salobres, que posteriormente serviría para realizar aguadas por los navegantes, entre ellos Colón.
Los canarios no están desprevenidos, pues mantienen en Montaña de Las Tabaibas, su monte sagrado, una atalaya de vigilancia, desde la que controlan todo el mar desde Gando hasta Arguineguin. Dan la alarma, por medio de caracolas, silbidos y una hoguera en la montaña y a dicha señal los habitantes del poblado dejan libres los ganados de las gambuesas y se dirigen con sus pertenencias más preciadas a las alturas de Amurga, buscando el refugio en el que se sienten protegidos no solo por los impresionantes riscos y precipicios, difíciles de sortear, sino porque en su mentalidad, es el santuario sagrado donde no podrán recibir daños pues su dios y el espíritu de sus antepasados les protegen.
Los castellanos fondean las tres naves en la desembocadura del Barranco de Tarajalillo, lugar protegido de los fuertes vientos del verano y sin peligros de escollos en la costa, desembarcan y se dirigen al poblado que encuentran vacío. Rapiñan carne salada (en las cercanías se encuentran unas salinas naturales, posteriormente “Salinas de Abajo”), ganados, cebada, manteca, miel silvestre e higos pasados y destruyen e incendian todo lo que encuentran a su paso.
Transcurre el día y Cabrón sabe que les será imposible capturar a los canarios huidos, pero dirige a su tropa al monte sagrado que los canarios llaman Amurga (Mña. Las Tabaibas), donde tienen un templo rodeado por una muralla (“construido a la manera de castillo con toda clase de fortificaciones”). Allí encuentran según la crónica a un joven y a una bella muchacha, el joven intenta defenderse y muere y capturan a la muchacha. Ellos realizan un sacrificio ritual permaneciendo en el templo a sabiendas de que serán capturados. Los castellanos incendian el templo y lo destruyen completamente.
Mientras, los canarios han dado el aviso por toda Tirajana (Amurga), concentrándose y preparándose para su habitual modo de lucha de guerrillas, aprovechándose del conocimiento del territorio y de sus desniveles. Al mando se encuentra el faicán de Telde, máxima autoridad religiosa del Guanartemato.
Cayendo la tarde, Cabrón pretende regresar a las naves con la rapiña conseguida, pues no quiere dejarlas indefensas por la noche. Un canario al servicio de los castellanos le advierte que se están preparando emboscadas por el enemigo y que lo mejor sería pasar la noche en el monte donde pueden estar bien defendidos. Cabrón que cuenta con 500 hombres bien armados y 12 caballos, piensa que los canarios “hombres desnudos”, no son enemigos para sus tropas y desoye la advertencia.
En su retirada a la costa tienen que descender por “una cuesta muy agria” donde los canarios le preparan la emboscada. Allí atacan de improviso, “dando silbos y gritos”, lanzándolos a pedradas “en lluvia” y dándoles palos. Los castellanos huyen en desorden hacía las lanchas, desde las que disparan armas de fuego y ballestas para defenderlos. El resultado: 26 castellanos muertos, más de 100 heridos y 80 prisioneros. El propio Cabrón sufre una pedrada en la cabeza, que le rompe algunos dientes y le deja “la boca torcida”.
Se dice que el municipio recibe el nombre de San Bartolomé, porque Cabrón arrepentido del menosprecio a los canarios se encomienda a San Bartolomé, santo de ese día, jurando que si salva su vida ya no volverá más a esas tierras. Cuando esto ocurre, nada más llegar al Real de Las Palmas, se embarca para Cádiz, no regresando jamás a la conquista.

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