Timissiwin. Buenas noches.
Un personaje oscuro en la historia de Canarias es Valeriano Weyler un asesino que el colonialismo lo premia con una plaza de las más famosas de Santa Cruz. Arrestó y torturó a Secundino Delgado y tuvo enfrentamientos con Nicolás Estévanez Y Murphy por su proceder psicópata contra las personas.
Con la plaza que tiene su nombre se recuerda quien manda con puño de hierro.
Es una vergüenza que un criminal como este, tenga una plaza.
La polémica de los historiadores sobre si la patente de los campos de concentración, ese invento del moderno siglo XX, es española o inglesa, no depende del calendario: los campos levantados en Cuba durante la guerra colonial son anteriores a los concentration camp donde los ingleses hacinaron a los böers a principios del siglo XX. El bando español se emitió el 25 de octubre de 1896: "Todos los habitantes de las [áreas rurales] o fuera de la línea de fortificación de los poblados se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados por las tropas". Lo firmaba el gobernador de Cuba y general jefe del ejército, Valeriano Weyler, y a él debemos el concepto clave: "reconcentración".
Más allá de las discusiones jurídicas y políticas sobre el concepto de "campo", Andrés Sorel ha dedicado Las guerras de Artemisa (El olivo azul) a reconstruir lo que para los internos cubanos, y también para los soldados españoles que los custodiaban, supuso la estrategia de Weyler (1838-1930): "Lo que hizo fue, sin haber creado las condiciones para ello, concentrar a miles de personas y llevarlas a la muerte", explicaba esta semana en su despacho del centro de Madrid. "Murieron más soldados por las epidemias y las enfermedades que por heridas de bala. Las epidemias no respetan uniformes", añadió.
Los campos de "reconcentración" en Cuba fueron creados en 1896
Las guerras de Artemisa es una novela. La investigación y el trabajo de documentación que Sorel emprendió para escribirla, sin embargo, le ha permitido construirla en torno a varios personajes de la época, imponiéndose como objetivo el rigor histórico. Uno de ellos es el propio Weyler, sobre quién Sorel ha rastreado su papel en las guerras contra el carlismo. "Él ensayo ya esa forma de concentración durante las guerras carlistas", cuenta.
El otro personaje histórico protagonista de la novela es Manuel Ciges Aparicio (1873-1936). Ciges, periodista y escritor que vivió la guerra contra el levantamiento cubano de 1895 como soldado del ejército español, vivió luego muchos años exiliado en París. Regresó para convertirse en Gobernador Civil, primero de Santander y luego de Ávila, durante la II República. Los falangistas lo fusilaron poco después del golpe militar de 1936, al inicio de la Guerra Civil, en Ávila.
El militar había sido destituido una vez por su dureza contra los carlistas
Ciges fue el primero en denunciar las condiciones de hacinamiento en las que morían los civiles cubanos. Su artículo, publicado originalmente en un periódico francés, L'intrasigeant, y del que no se ha conservado el original, le valió una condena por traición de cuatro años de cárcel. Sorel recupera lo esencial de ese artículo a través de los libros que Ciges publicó describiendo las consecuencias de la reconcentración: la fiebre amarilla y el hambre, pero también los abusos. "Niñas de 10 o 12 años se rinden, inocentes y pasivas, por lo que quieran abonarles", escribió en Del cuartel y de la guerra. Unos abusos que también aparecen en la novela de Sorel. "Sobre Ciges no he inventado absolutamente nada", exclama.
Durante los tres años que ha tardado en que escribirla, Sorel ha viajado dos veces a Cuba. "En la Iglesia de Artemisa saqué los libros de los muertos de 1895-96-97 donde constaban todos los españoles que habían muerto en aquellos años [unos 50.000]. Hay controversias sobre el número de cubanos que murieron en los campos de concentración.
Para mí eso carece de importancia: sean 300.000 o 1.000.000. Lo importante es cómo se castigó a la población civil. Hasta el punto de que a Weyler lo destituyeron fulminantemente en mitad de la guerra.
Más allá de las discusiones jurídicas y políticas sobre el concepto de "campo", Andrés Sorel ha dedicado Las guerras de Artemisa (El olivo azul) a reconstruir lo que para los internos cubanos, y también para los soldados españoles que los custodiaban, supuso la estrategia de Weyler (1838-1930): "Lo que hizo fue, sin haber creado las condiciones para ello, concentrar a miles de personas y llevarlas a la muerte", explicaba esta semana en su despacho del centro de Madrid. "Murieron más soldados por las epidemias y las enfermedades que por heridas de bala. Las epidemias no respetan uniformes", añadió.
Los campos de "reconcentración" en Cuba fueron creados en 1896
Las guerras de Artemisa es una novela. La investigación y el trabajo de documentación que Sorel emprendió para escribirla, sin embargo, le ha permitido construirla en torno a varios personajes de la época, imponiéndose como objetivo el rigor histórico. Uno de ellos es el propio Weyler, sobre quién Sorel ha rastreado su papel en las guerras contra el carlismo. "Él ensayo ya esa forma de concentración durante las guerras carlistas", cuenta.
El otro personaje histórico protagonista de la novela es Manuel Ciges Aparicio (1873-1936). Ciges, periodista y escritor que vivió la guerra contra el levantamiento cubano de 1895 como soldado del ejército español, vivió luego muchos años exiliado en París. Regresó para convertirse en Gobernador Civil, primero de Santander y luego de Ávila, durante la II República. Los falangistas lo fusilaron poco después del golpe militar de 1936, al inicio de la Guerra Civil, en Ávila.
El militar había sido destituido una vez por su dureza contra los carlistas
Ciges fue el primero en denunciar las condiciones de hacinamiento en las que morían los civiles cubanos. Su artículo, publicado originalmente en un periódico francés, L'intrasigeant, y del que no se ha conservado el original, le valió una condena por traición de cuatro años de cárcel. Sorel recupera lo esencial de ese artículo a través de los libros que Ciges publicó describiendo las consecuencias de la reconcentración: la fiebre amarilla y el hambre, pero también los abusos. "Niñas de 10 o 12 años se rinden, inocentes y pasivas, por lo que quieran abonarles", escribió en Del cuartel y de la guerra. Unos abusos que también aparecen en la novela de Sorel. "Sobre Ciges no he inventado absolutamente nada", exclama.
Durante los tres años que ha tardado en que escribirla, Sorel ha viajado dos veces a Cuba. "En la Iglesia de Artemisa saqué los libros de los muertos de 1895-96-97 donde constaban todos los españoles que habían muerto en aquellos años [unos 50.000]. Hay controversias sobre el número de cubanos que murieron en los campos de concentración.
Para mí eso carece de importancia: sean 300.000 o 1.000.000. Lo importante es cómo se castigó a la población civil. Hasta el punto de que a Weyler lo destituyeron fulminantemente en mitad de la guerra.
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