miércoles, 30 de abril de 2014
Algo de historia canaria
Hacer un recorrido por toda la Historia de Canarias, señalando los elementos que han caracterizado los distintos períodos de dicha historia, no resulta una tarea sencilla. Sin embargo, intentaremos aprovechar el espacio de que disponemos para, en la medida de lo posible, dar una visión panorámica del devenir histórico del Archipiélago resaltando, sobre todo, aquellos aspectos que, en mayor medida, contribuyen a explicar el presente de las islas.
Comenzaremos por acercarnos a las culturas aborígenes que habitaron las Islas en el período prehispánico, pasando, a continuación, a tratar del proceso de su conquista e incorporación al Reino de Castilla. En tercer lugar, abordaremos el Antiguo Régimen (siglos XVI, XVII y XVIII) en Canarias y las circunstancias que tipificaron esos trescientos años. Por último, trataremos de la evolución contemporánea canaria señalando el origen reciente del conjunto de elementos socioeconómicos y políticos que conforman la realidad actual de la Comunidad Canaria.
Población prehispánica de las Islas
En los últimos años el desarrollo de la investigación arqueológica ha ido aportando la suficiente información sobre la población prehispánica de las Islas como para ir desbancando a las crónicas o a los mitos como principales fuentes históricas para conocer este período.
Abordar la prehistoria de Canarias significa conocer tanto el origen de la población prehispánica como las características de su asentamiento y adaptación al medio natural que conforma el espacio geográfico de las distintas islas.
Actualmente consideramos que la población aborigen canaria tuvo su origen entre los pueblos bereberes del Norte de África que se van desplazando hacia el sur movidos por dos tipos de circunstancias:
- En primer lugar, el progresivo proceso de desertización norteafricano que empuja a los pueblos del sur de la cordillera del Atlas a buscar nuevas tierras de cultivo y pastos para sus ganados.
- En segundo lugar, los restos humanos y de hábitat más antiguos hallados por los arqueólogos en las Islas, se corresponden con un período comprendido entre los siglos I antes de Cristo y I después de Cristo, lo que lleva a los historiadores a pensar en la expansión del «limes» o frontera del Imperio Romano en el Norte de África hacia la cordillera del Atlas sahariano y el rechazo por parte de algunos sectores de la población de la zona a integrarse en dicho Imperio, como causa del desplazamiento de estos pueblos por la costa atlántica norteafricana y su posterior paso a las distintas islas del Archipiélago Canario, pretendiendo encontrar en ellas los medios de vida y sustento que no hallaban en su lugar de origen.
Probablemente, el poblamiento de las Islas se realizaría en diferentes oleadas migratorias, aportando cada una de ellas grupos de pobladores que, con un mismo origen, conformarían diferentes estratos culturales.
El bagaje cultural que cada uno de estos grupos de población trae consigo desde África por un lado, junto a la necesidad de generar medios que les permitan adaptarse a las características del nuevo espacio geográfico que presenta cada una de las islas en las que recalan, por otro, van a conformar distintas formas de vida, de organización social y de aprovechamiento de los recursos económicos de los que puedan disponer.
De esta forma, los asentamientos aborígenes se producirán, en general, junto a fuentes y manantiales que les aseguren el abastecimiento constante de agua. Dichos asentamientos tomarán la forma de poblados constituidos por edificaciones con una primitiva estructura arquitectónica (por lo general, de planta circular, paredes de piedra y techo vegetal), aunque también nos encontraremos, sobre todo en lugares altos y de difícil relieve, con un hábitat en cuevas tanto naturales como excavadas.
La economía practicada por estos pueblos variará de una isla a otra en función de las posibilidades del medio. Así, la de La Palma y Fuerteventura será esencialmente ganadera, la de Gran Canaria fundamentalmente agrícola y, combinando indistintamente la agricultura y el pastoreo, la de Tenerife, La Gomera, El Hierro y Lanzarote. Es pues una economía muy básica, y dirigida al autoconsumo de cada grupo humano, desarrollada con unos medios muy rudimentarios y sujeta de forma constante a las inclemencias climáticas u otros condicionamientos naturales (sequía, agotamiento y limitaciones del suelo agrícola y de pastos, etc.). La cultura material, por otro lado, será muy rudimentaria, siendo la piedra, el barro, la piel de los animales o la madera las principales materias primas.
[1. Cerámica (G.C.)]
En lo que a organización social se refiere, en general, nos encontramos con sociedades más o menos complejas, divididas en estratos o grupos sociales, que se distinguen entre sí por su diferente nivel de riqueza y grado de apropiación de los medios de producción (fundamentalmente la tierra y el ganado). Así pues, constatamos la existencia de una nobleza aborigen tanto en Gran Canaria como en Tenerife, erigida en grupo social dominante, junto a los sectores mayoritarios de la población compuesta por grupos económicamente dependientes de los poseedores de los recursos económicos.
En general, parece que existieron formas de jerarquización política según estructuras o formas de gobierno basadas en la monarquía (menceyes en Tenerife, guanartemes en Gran Canaria, o distintos jefes de tribu en las islas más pequeñas). Dichos monarcas ejercen su poder sobre una parte de la isla o bien sobre una isla entera. Así, nos encontraremos un solo jefe de tribu para toda la isla de Lanzarote y lo mismo en El Hierro; Fuerteventura aparecerá dividida en dos reinos, La Gomera en cuatro, La Palma en doce, Gran Canaria en dos y Tenerife en nueve demarcaciones territoriales.
[2. Banot. Vara de madera utilizada por los guanches como arma]
Junto a estos monarcas o jefes de tribu estarán los nobles de cada reino, conformando castas privilegiadas tanto a nivel político como religioso, que suelen asesorar a su jefe y, a veces, en determinadas circunstancias, participar en la toma de decisiones de gobierno.
En general, la religión de estos pueblos se basaba en el culto a elementos naturales, principalmente al Sol, que favorecían o perjudicaban las condiciones de vida. Poder político y religioso van siempre íntimamente unidos a toda la población (jefes o monarcas incluidos) en disposición de acatar los designios divinos para obtener el favor permanente de los dioses y no provocar su ira atrayendo la desgracia (hambre, enfermedades, etc.) sobre la población.
Este va a ser el panorama que se van a encontrar los exploradores, navegantes y conquistadores europeos que a partir de la Baja Edad Media llegan a las costas canarias iniciándose un proceso histórico que culminará con la integración del Archipiélago en el reino de Castilla a finales del siglo XV.
Conquista de Canarias
La conquista de Canarias hay que situarla en el contexto de la expansión atlántica de los distintos estados europeos en su afán por abrir rutas y vías de comunicación con las Indias, circunnavegando el continente africano para proveerse de las especias, sedas, esclavos o metales preciosos. En este sentido, el Archipiélago ofrecerá una base de escala y avituallamiento muy importante, para los barcos que naveguen por estas rutas, o también, aprovechando sus posibilidades humanas y materiales, para obtener recursos demandados en los mercados europeos tales como esclavos, o la orchilla y la barrilla de las que se lograban colorantes para una floreciente industria textil.
El proceso conquistador es lento (durará casi todo el siglo XV) y se realizará, en líneas generales, en dos fases cuyas características condicionarán la evolución histórica posterior de cada isla.
La fase inicial es la identificada como fase señorial, ya que durante la misma las islas que se conquistan (Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro) van a serlo por parte de nobles europeos (franceses como Jean de Béthencourt o castellanos como Hernán Peraza o Diego de Herrera) que poniéndose al servicio de los monarcas de Castilla emprenden la conquista como una empresa particular, obteniendo de ello derechos señoriales o feudales sobre las tierras y los pueblos conquistados. Derechos que tendrán un carácter hereditario y condicionarán las formas de explotación económica y el control social y político de las islas mencionadas hasta bien entrado el siglo XIX.
[3. Jean de Béthencourt, conquistador de Lanzarote, Fuerteventura,
El Hierro y La Gomera., retratado por B. Moncornet.]
La segunda fase en el proceso de conquista de Canarias viene dada por la conquista realenga, llamada así porque en la misma los reyes de Castilla se implican de forma directa, colocando a las islas en esta época conquistadas (Gran Canaria, La Palma y Tenerife), bajo su directo control señorial y político. Aquí habrá que distinguir tres agentes que intervienen en el proceso: los monarcas que disponen y ordenan la conquista, los comerciantes y banqueros (fundamentalmente genoveses) que la financian a cambio de concesiones económicas importantes sobre las islas conquistadas y, por último, los conquistadores, que organizan las huestes militares, someten a la población aborigen y se verán beneficiados por el reparto posterior de las tierras conquistadas; reparto que se realizará teniendo en cuenta el distinto lugar que en la jerarquía militar y política ocupe cada uno de ellos.
Hacia el año 1496, con la culminación de la conquista de Tenerife, la última en ser sometida, se integra el Archipiélago Canario en la Corona de Castilla. En general, el proceso conquistador no siempre siguió las mismas pautas, dependiendo éstas en cada momento de las pretensiones de los conquistadores y de las actitudes de los aborígenes. Así pues, podemos encontrar desde situaciones de conquista más o menos pacífica (Jean de Bethencourt en Lanzarote), a operaciones de auténtico genocidio (Diego de Herrera en La Gomera). La actitud de los aborígenes también ofrecerá diferencias, de tal manera que junto al colaboracionismo de Fernando Guanarteme en Gran Canaria, o los llamados «bandos de paces» o menceyatos que se someten pacíficamente en Tenerife, nos encontraremos la resistencia a ultranza de los demás (Doramas en Gran Canaria, los «bandos de guerra» en Tenerife, Tanausú y los suyos en La Palma, etc.). Incluso, nos hallaremos a cuerpos de tropas aborígenes que colaboran con los conquistadores para acabar con los focos de resistencia. En este sentido, habría que señalar el papel jugado por guerreros gomeros reclutados por los castellanos en la conquista de Gran Canaria y, posteriormente, en la de Tenerife.
El final de la conquista supone el fin de la cultura y las formas de vida aborigen, algunos de cuyos rasgos persistirán durante algunos años, para sucumbir, con el paso del tiempo, ante la marginación o la persecución que sufrirían aquellos que se empeñaran en mantenerlas.
Canarias a partir del siglo XVI
La historia del Archipiélago Canario a partir del siglo XVI vendrá condicionada por la colonización del mismo por parte de grupos diversos de pobladores que se asientan en él atraídos por las posibilidades de progreso económico que se le ofrecen: tierras de cultivo, la participación en los circuitos comerciales atlánticos entre las Indias y Europa, el abastecimiento de manufacturas a las islas, etc.
La mayor parte de los pobladores serán españoles (gallegos, castellanos, andaluces, aragoneses, etc.) que se dedicarán a la agricultura, bien en sus propias tierras, bien como trabajadores al servicio de otros propietarios. También llegarán portugueses, genoveses y flamencos, a desarrollar la explotación y comercialización del azúcar, primer cultivo de exportación canario, generador de grandes fortunas y a través del que se integra la economía canaria en los mercados internacionales. Asimismo, encontraremos a grupos de población morisca y negros africanos, que llegan a las islas después de ser capturados para utilizarlos como esclavos en las plantaciones de caña de azúcar, en los ingenios, o en el servicio doméstico. Por último, llegarán ingleses e irlandeses atraídos por la producción y exportación del vino, producto, éste último, que a partir de la segunda mitad del siglo XVI, sustituirá progresivamente en importancia económica a la caña de azúcar.
Los distintos grupos de población reseñados se integrarán rápidamente, conformando un entramado social que aportará a la población canaria una idiosincrasia propia y un peculiar carácter cosmopolita y abierto a las influencias externas.
La economía canaria durante esta época va a girar en torno a la producción y comercio de determinados cultivos de exportación demandados por los mercados internacionales (sobre todo europeos). Dichos productos se daban bien en las Islas gracias a su clima y solían, además, reportar grandes beneficios a quienes controlaban su comercio.
Durante el siglo XVI, los principales productos de exportación fueron el azúcar de caña y, en menor medida, la barrilla. Desde finales del siglo XVI, todo el siglo XVII y gran parte del XVIII serán los vinos canarios el producto más demandado en el exterior.
La producción de cultivos de exportación no afectó por igual a todas las Islas. Unas desempeñaron un papel más relevante que otras. Así, la producción de caña de azúcar se dio fundamentalmente en la isla de Gran Canaria, mientras que el vino se localizó sobre todo en Tenerife, lo que convierte a esta isla en el centro económico y político de Canarias durante estos siglos.
Con el capital que aporta la comercialización de estos productos se traen a las islas productos manufacturados, que desde Gran Canaria o Tenerife, a su vez, son distribuidos por el resto del Archipiélago.
Al mismo tiempo, en las islas en que no se dan productos de exportación se desarrollará una agricultura dirigida al abastecimiento interno, al mercado interior canario, es decir, se comercializan en aquellas islas que por su mayor número de habitantes o por dedicar parte de sus tierras a cultivos de exportación no producen lo suficiente para su autoconsumo.
El mecanismo económico descrito no siempre funcionó eficazmente. En determinados momentos de la Historia de Canarias, los productos mencionados dejaron de exportarse, bien de forma coyuntural, bien definitivamente, por las guerras o por la competencia que con esos mismos productos podían ofrecer otros países (por ejemplo, la caña de azúcar de Canarias no pudo superar la competencia de la producida en las colonias americanas). Como consecuencia de ello, dejaba de llegar capital a las islas, se reducían las importaciones, y se vivían momentos de escasez y empobrecimiento. Gran parte de la población padecía entonces hambre y miseria, lo que obligaba a mucha gente a optar por la emigración en busca de medios para vivir.
[4. Los mercaderes tenían que depositar una fianza para trasladar
dinero de una isla a otra. Aduana del Puerto de la Cruz.]
La sociedad de las islas durante el Antiguo Régimen será compleja y estará muy dividida, conformándose cada grupo social en función del grado de apropiación de las tierras de cultivo y de su participación en los circuitos comerciales canarios. De forma genérica podemos hablar de:
- La nobleza y el clero que serán grandes terratenientes, propietarios de la mayor parte de la tierra y del agua. Tendrán una posición social privilegiada y desempeñarán importantes cargos políticos en los cabildos o ayuntamientos de la época, las milicias, la inquisición, etc.
- Los grandes comerciantes, en su mayor parte de origen extranjero, que llegan a Canarias para comerciar con la caña de azúcar o el vino, además de otros negocios: trata de esclavos, importación de manufacturas, tabaco, café, etc. Acumulan grandes riquezas, y muchos de ellos accederán al status nobiliario debido al matrimonio con miembros de la aristocracia o a la compra de títulos.
- Los labradores, medianos y pequeños propietarios de tierra y de agua, que obtienen de sus propiedades lo necesario para vivir aunque no lo suficiente para enriquecerse. Incluso a veces deberán trabajar para otros propietarios cuando sus propias cosechas no sean buenas.
[5. Labradora de Tenerife. Grabado de Juan de la Cruz.]
- Los pequeños comerciantes y los artesanos. Son un grupo poco numeroso. Vivirán en las ciudades. Tendrán un nivel de vida semejante al de los labradores.
- Los campesinos sin tierras trabajaban para los grandes propietarios como arrendatarios, aparceros o, también, jornaleros. Suelen vivir malamente y constituirán la mayor parte de la emigración cuando lleguen los malos tiempos.
- Por último, nos encontramos con los mendigos y esclavos que componen el espectro más bajo de la sociedad, formando un grupo verdaderamente marginado.
Canarias durante esta época formará parte del reino de Castilla, y estará gobernada por un virrey, representante de la autoridad real. Su sede estará en Tenerife. Al mismo tiempo, cada isla formará un único municipio administrado por un Cabildo. Finalmente, el poder judicial estará desarrollado por la Audiencia, cuya sede estará en Gran Canaria.
Durante más de trescientos años la imagen del Archipiélago vendrá determinada por el conjunto de circunstancias descritas, y será a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando comiencen a producirse los cambios que dan lugar a la inserción de Canarias en la época contemporánea.
Historia Contemporánea
La Historia Contemporánea de las islas se caracterizará:
- En primer lugar, la desarticulación del modelo económico anterior, pues aunque se mantenga, por una parte, la existencia de productos de exportación (la cochinilla durante el segundo tercio del siglo XIX, y luego el plátano, el tomate y las papas) a los que actualmente hay que unir la industria turística como principal medio de atracción de capitales; sin embargo, por otro lado, se romperá el equilibrio entre cultivos de exportación y los dirigidos al consumo interno, atendiéndose éste, cada vez en mayor medida, con la importación, lo que aumenta el grado de dependencia exterior de la economía canaria.
[6. Goleta del comercio canario-americano del siglo XIX.]
- En segundo lugar, Canarias se aprovechará del proceso de internacionalización del sistema capitalista a partir del fenómeno imperialista y colonial de finales del siglo XIX.
A partir de la consecución de los Puertos Francos en 1852, los puertos canarios y sobre todo, el Puerto de La Luz en Gran Canaria, aprovecharán su situación como punto de escala obligada en la navegación de barcos europeos hacia las colonias africanas y asiáticas, así como hacia los mercados latinoamericanos, generándose al amparo del puerto numerosos negocios y actividades económicas que dan lugar a la formación de grandes fortunas y a la demanda de numerosa mano de obra. Esto último provocará un intenso movimiento migratorio hacia las principales ciudades (Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife) desde los campos o desde las islas periféricas.
- La sociedad canaria irá desarrollándose a partir de la posición que ocupará cada grupo en el proceso económico descrito. En líneas generales, nos encontraremos con una burguesía, que controlará la exportación del plátano, los tomates y las papas, a lo que actualmente se suma la actividad turística, y junto a ello, la importación de mercancías y el abastecimiento interno.
Al control de esta burguesía sobre los recursos económicos canarios hay que añadir la presencia del capital extranjero invertido en las actividades antes mencionadas, elemento más o menos permanente en la economía isleña desde finales del siglo XIX.
Al amparo del desarrollo económico contemporáneo canario, vendrá la configuración de una clase trabajadora urbana desde finales del siglo XIX, en un proceso más tardío que el europeo, lo que a su vez da lugar a la formación, también tardía, de sindicatos u otras organizaciones sociales y políticas obreras.
El proceso de urbanización se produce a costa del progresivo y sin contrapartidas despoblamiento rural, proceso agudizado a partir de 1960/1970 con el desarrollo turístico.
[7. Progresivas inmigraciones de población a mediados
del siglo XIX en Santa Cruz de Tenerife.]
- Por último, el desarrollo contemporáneo canario viene condicionado por los cambios políticos que se producen desde el siglo XIX en España motivados por el proceso de implantación del Estado Liberal, en el que la participación ciudadana se canaliza a través de los partidos políticos. Dicho proceso en Canarias estará fuertemente mediatizado por la existencia del llamado Pleito Insular entre Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, a través del cual los grupos sociales dominantes de las dos capitales competirán por atraerse el favor del poder central en aras de conseguir el control político y económico de las Islas. Dicho proceso se materializará en la práctica en la adopción permanente de posturas antagónicas al abordar la resolución de los problemas del Archipiélago, e impedirá la articulación de una conciencia regional canaria, a semejanza de otros territorios del Estado Español.. La lucha por conseguir la capitalidad de la provincia única canaria a principios del siglo XIX primero, o por la división provincial después (que se hará efectiva en 1927 durante la Dictadura de Primo de Rivera), serán ejemplos destacados de un Pleito Insular que ni aun la ley de creación de los Cabildos Insulares en 1912 logra atenuar.
Por otra parte, la formación de partidos políticos y su consolidación a nivel regional vendrá también condicionada por el posicionamiento de éstos ante el Pleito; de ahí la dificultad de articular organizaciones políticas cohesionadas en todo el Archipiélago.
Actualmente, las posibilidades de desarrollo de Canarias como Comunidad Autónoma dentro del Estado Español, en el marco de la Constitución de 1978, dependen en gran parte de la superación de la pugna interinsular y de la adquisición de una auténtica conciencia social y política de construcción regional canaria
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