Por lo demás, tal como hemos demostrado, nosotros no nos oponemos a la separación, a la independencia de las naciones, y, como en el caso de Canarias, estamos decididos a apoyarla sin ningún tipo de reservas desde ahora mismo. No creemos, pues, que ninguna persona seria pueda acusarnos de chovinismo (o lo que es lo mismo, de españolismo, según la expresión acuñada por los nacionalistas burgueses). Nosotros lo que mantenemos es que hoy día la tarea más importante de todo revolucionario, lo que verdaderamente interesa al proletariado es acumular fuerzas suficientes, dotarse de una dirección única y esclarecida y adoptar los justos métodos de lucha que conduzcan al derrocamiento del Estado capitalista. Por eso nos oponemos a la consigna de la independencia, ya que esta consigna confunde y divide al proletariado, impide su actuación conjunta y lo aparta de sus verdaderos objetivos históricos.
Pretender enfrentarse a un Estado como el actual, armado hasta los dientes, fuertemente centralizado y con una larga experiencia en la represión del movimiento revolucionario; pretender derrocar a este Estado y lograr la independencia desde una estrategia localista, de aislamiento nacional, sin contar con la fuerza del proletariado del resto de las naciones -muchos de ellos emigrantes en Euskadi o Catalunya-, ése es un objetivo prácticamente imposible de lograr o, por lo menos, muy improbable. A lo máximo que podríamos llegar de seguir esa estrategia, como se está demostrando, es a una situación de ulsterización, a mantener un foco permanente de rebelión que llegado un momento, puede ser aislado fácilmente por la reacción.
Nuestra estrategia se orienta hacia el logro de la revolución socialista, hacia el derrocamiento del Estado, empeñándonos para ello en la tarea de lograr la unidad de todos los revolucionarios en un Partido Único que haga posible la organización y la lucha común de todos los obreros y los pueblos de las distintas nacionalidades, sin lo cual no será posible dar solución a ningún problema en España.
Luchar por los derechos nacionales sin más -incluso por la independencia- tenía algún sentido en la época ascensional de la burguesía o en una situación colonial donde exista una burguesía nacional con amplias perspectivas de desarrollo. Hoy día, cuando el capitalismo ha alcanzado en España la última fase de su desarrollo, unificando a las burguesías de las distintas nacionalidades y llevando a la máxima agudización sus contradicciones con el proletariado, sólo éste está en condiciones de encabezar y dirigir la lucha nacional, y lo hará, qué duda cabe, sólo que supeditándola a la revolución social. Por tanto, excepto en la colonia de Canarias, no existe en la actualidad en ninguna nacionalidad de España una burguesía democrática o nacional que esté realmente interesada en un cambio profundo y radical de la sociedad, ya que este cambio únicamente puede venir con su propio derrocamiento.
Debemos dedicar unas palabras al caso particular de la colonia africana de Canarias, a la que ya hemos hecho referencia indirecta con anterioridad.
Nosotros consideramos que el problema colonial no escapa a lo que hemos dicho hasta ahora respecto al problema nacional -aunque presente ciertas peculiaridades-. Una colonia es, en esencia, una nación oprimida de un modo especial y, por tanto, también en este caso es aplicable lo que venimos sosteniendo para todas las naciones oprimidas: el derecho a la autodeterminación.
Sin embargo, son precisamente esas peculiaridades y esa opresión especial (que alejan a Canarias del objeto de nuestro estudio), las que le distinguen de las demás nacionalidades donde domina el Estado español. El Archipiélago Canario es un territorio africano que fue conquistado en el siglo XV por la monarquía castellana. Tras el sometimiento a sangre y fuego de la población aborigen, fueron suprimidos muchos rasgos étnicos, culturales y sociales de la población guanche y sustituidos por los castellanos.
Desde la época de su conquista, las islas del Archipiélago Canario han tenido, además, una importancia estratégica de primer orden para la política imperialista del Estado español. Las Canarias son un punto de engarce entre Europa, África y América; de ahí su actual valor estratégico para el imperialismo, que trata de convertirlas en trampolín y base de apoyo desde la que agredir a los países de la zona.
Económicamente, la vida del Archipiélago se inscribe en un marco netamente colonial; si excluimos los hoteles (por lo demás en manos extranjeras), en las Islas no existe prácticamente industria, mientras la producción agrícola, basada en el monocultivo (tomate, plátano), es destinada casi íntegramente a la metrópoli. La rica plataforma pesquera Canario-Sahariana ha sido prácticamente esquilmada por las grandes flotas de altura españolas y de otros países. Los terratenientes y aguatenientes, herederos y descendientes de los antiguos conquistadores, mantienen al proletariado agrícola y al pequeño campesino en la incultura y miseria. El paro alcanza allí cotas tercermundistas.
El hecho de que nos encontremos actualmente con una burguesía nacional muy débil es debido a la escasa industrialización, al expolio a que han sido sometidas las Islas y sus pobladores durante siglos, y, no en menor medida, al fenómeno de la emigración provocada por este estado de cosas; los isleños suelen decir que a sus hombres más emprendedores hay que ir a buscarlos a Venezuela, y no les falta razón. Esta debilidad de la burguesía canaria quizás explique también el escaso desarrollo que ha tenido en las Islas el movimiento de liberación. Aún así, existe una burguesía, dedicada a la pesca, al comercio, la industria tabaquera y la construcción, que se encuentra totalmente limitada en su expansión por los monopolios.
Las Islas Canarias son, pues, una colonia africana -el último resto del imperio colonial español, junto a Ceuta y Melilla-, cuyo sometimiento a la metrópoli es garantizado por la presencia permanente de la policía y los militares españoles, especialmente las tropas de élite coloniales: la legión. Son constantes los enfrentamientos que se producen entre los mercenarios de la legión y la población canaria, quienes ven en ellos el instrumento de la opresión a que están sometidas las Islas por parte de los godos.
En resumen, Canarias es una colonia (hecho que también se pone de manifiesto en el tipo de relaciones que su pueblo ha mantenido con los peninsulares), por lo que el principio de autodeterminación no puede ser allí aplicado en la misma forma que en las nacionalidades.
Lenin distinguía tres tipos de países a la hora de hablar del derecho a la autodeterminación, y decía refiriéndose a los países coloniales no europeos: En ellos los movimientos democrático-burgueses en parte acaban de empezar, en parte están lejos de haber terminado. Los socialistas no deben limitarse a exigir la inmediata liberación absoluta, sin rescate, de las colonias, reivindicación que, en su expresión política, significa precisamente el reconocimiento del derecho a la autodeterminación; los socialistas deben apoyar con la mayor decisión a los elementos más revolucionarios de los movimientos de liberación nacional democrático-burgués en dichos países y ayudar a su insurrección -y, llegado el caso, a su guerra revolucionaria- contra las potencias imperialistas que les oprimen (31) . Así pues, el proletariado revolucionario de España debe defender sin vacilaciones y en todo momento el legítimo derecho del pueblo canario a su independencia nacional y apoyar con todos los medios a su alcance a las organizaciones revolucionarias canarias que luchan consecuentemente por la independencia.
martes, 15 de abril de 2014
La primera vez que desde España, se dice la realidad canaria.
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