sábado, 27 de mayo de 2017

ALONSO FERNÁNDEZ DE LUGO UN PIRATA REVESTIDO DE CORAZA DE CABALLERO[1456-1525]

“Todas las cosas son ajenas y sólo el tiempo es dado por nuestro, y todos los vicios que se cometen son de los hombres, pero no de los tiempos”.
(Séneca.)
Existen en la Historia Universal, determinados personajes que en la época en que vivieron destacaron en gran manera no precisamente por sus virtudes cívicas, religiosas o humanitarias, sino por todo lo contrario. Pero que con el transcurso del tiempo y por determinados intereses de casta, políticos, militares, religiosos o de origen, conviene a determinados estamentos dominantes, usar de estos individuos creando en ellos referentes con los que justificar su status y dominio sobre el resto de la sociedad, así poco a poco, en el transcurso del tiempo, la sociedad dominante va “limpiando” la imagen de estos referentes de todos los aspectos negativos que en vida tuvieron, difuminando la verdadera personalidad del sujeto y mitificándola paulatinamente conforme a los intereses de cada tiempo, cambiando o tergiversando la realidad histórica y dotando a estos individuos de unas supuestas virtudes que jamás tuvieron o practicaron.
Con estas actitudes, la sociedad dominante pretende crear una limpieza de origen, al tiempo que trata de legitimar una situación de dominio basada en unos supuestos principios de nobleza de intenciones, que en realidad están muy distantes de las verdaderas motivaciones que indujeron a la implantación de una situación de dependencia de una parte de la población,- en nuestro caso de la población autóctona- que es sometida y dominada por otra foránea, sobre la base una acción de fuerza cruenta, el engaño la doblez y el crimen y, que una ves conseguido el objetivo primario, es preciso justificar ante la sociedad de su tiempo, y crear en el ánimo del sometido la idea de que dicha acción fue motivada para su propio bien material y espiritual, en nombre de un Dios supuesta-mente Justo y misericordioso, pretendiendo así, despertar un sentimiento de gratitud del sometido hacía el so-metedor, usando como vinculo una religión que Supuesta-mente, es común para vencedores y vencidos.
De haber tenido lugar los hechos acaecidos en la invasión y conquista de las Islas Canarias por las turbas mercenarias europeas, en tiempos más recientes, pongamos por ejemplo a partir del primer tercio del siglo XX, y comparándolos con los hechos bélicos sucedidos en Europa, es indudable de que si a muchos de los personajes que intervinieron en la invasión y expolio de nuestra Patria, se les comparara con Hitler, Mousoline, Pío XII o Franco, éstos últimos, saliesen más beneficiados en la valoración del  talante humanitario de sus acciones.
Una vez establecidos los colonizadores en los territorios usurpados, se preocupan de crear los condicionamientos sociales a imagen y semejanza de sus lugares de origen, tratando de reflejar en la naciente comunidad implantada en el territorio sometido lo más destacado y representativo en dichos lugares de procedencia. La nueva situación económica o de poder detentada por los colonizadores provoca una situación de enfrentamiento entre los propios correligionarios por la consecución de status de prestigio y privilegio social, según los parámetros del momento, donde el hecho de origen y procedencia tiene un gran peso, especialmente en aquellos casos en que un individuo de baja extracción social, posee igual o más cantidad de las tierras usurpadas que otros procedentes de capas sociales superiores, aunque generalmente éstos eran simples segundones aventureros sin escrúpulos.
Ante la nueva situación de opulencia, estos aventureros, no sólo sé preocuparon de adecuar su forma de vida a la nueva situación  social y económica que ostentaban como fruto de las rapiñas, sino que pusieron especial cuidado en ir borrando todo lo que de deshonesto habían llevado a cabo para la consecución de su nuevo estado de prosperidad, y muy especialmente, en borrar los orígenes humildes o  poco honorables de la mayoría de ellos. A nadie le gusta tener por ascendientes a piratas esclavistas, conductores de reatas de perros asesinos, clérigos disolutos, presidiarios convictos, o simples bandoleros reclutados para el saqueo de un país.
Aquí entran en juego los genealogistas de servicio, quienes se encargan de limpiar y dar lustre a determinados apellidos, dándoles más lustre cuando mayor es la capacidad económica de sus portadores y por consiguiente pueden pagar mejor sus servicios, así pues, nos han hecho llegar hasta nuestros días, a “ilustres” despiadados asesinos, piratas esclavistas, saqueadores genocidas y clérigos cortadores de cabezas, como virtuosos caballeros cubiertos por rutilantes armaduras y “preclaros” varones que según estos biógrafos rayaron la santidad, todos ellos rodeados de blasones y escudos inventados, mediante una arquitectura genealógica de falsificación y usurpaciones, dignas de un estudio para un doctorado.
En Canarias, tenemos más ejemplos de este tipo de sujetos de los que hubiéramos deseado, basten como ejemplos los de  los Bethencourt; García de Herrera; Perazas; Maldonados; Rejones; Veras; Bobadillas; Viña; Alonso de Lugo, y un largo etc. En esta ocasión, nos vamos a ocupar de uno que dejó en Canarias memoria nefasta y que el sistema colonial se empeña en mantener como referente de caballerosidad, honestidad y ejemplo de vocación cristiana, trataremos de la figura del jefe de los mercenarios que irrumpieron en la Islas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife, Alonso Fernández de Lugo.
Nació probablemente en San Lúcar de Barrameda (Cádiz, España), aunque el cura Bernaldez propone Sevilla como lugar de su nacimiento, sus padres fueron Pedro Fernández de Lugo Señorino e  Inés de las Casas. Contrajo matrimonio en primeras, nupcias con Beatriz Fonseca, de quien tuvo tres hijos: Pedro Fernández de Lugo, Fernando Fernández de Lugo, y Beatriz, según Bernaldez, único autor que le atribuye una hija en su matrimonio con Beatriz Fonseca.
Casó en segundas nupcias en la isla de La Gomera en el verano de 1498 con la -según algunos autores- ninfomana y envenenadora Beatriz de Bobadilla y Ulloa, señora de horca y cuchillo, dama que fue impuesta en matrimonio a Hernán Peraza por Isabel la católica, como castigo a algunos crímenes que éste había cometido, al tiempo que se libraba de una de las favoritas de su marido Fernando el católico.
Según recoge el historiador canario don Tomás Marín de Cubas, quien lo toma del manuscrito de Frai Juan Abreu Galindo Historia de las siete islas de Canaria,  “Después que el Adelantado hubo conquistado las islas de La Palma y Tenerife, se vino a la Gomera á visitar á Da. Beatriz de Bobadilla que solía algunas veces a estarse allí, á tiempo sucedió que un vecino llamado Francisco Núñez de Castañeda habló con alguna demasía del crédito de su Señora; sabiendo ella, le mandó una noche vinieses á su presencia y reprendido mandó preso, y que a prisa de confesarse y al punto hizo ahorcar de una viga de la sala, y á la mañana mandó colgar de una palma que está en la plaza de enfrente de la torre.”
“En estas cosas divulgadas sobre el crédito, trató luego la Señora el casamiento con el Adelantado Lugo y pasaronse a vivir á Tenerife dejando en la Gomera á Hernán Muñóz que gobernase sus cosas, dándoles de ellas aviso; ciertos vasallos gomeros avisaban á su Señora cómo su cuñado Sancho de Herrera y Peraza, que había llevado a mal el segundo casamiento, intentaba con Muñoz  alzarse con La Gomera, siendo ya Señor de Lanzarote y Fuerteventura.
Luego que la Señora creyó esto se pasó secretamente en La Gomera con 30 hombres y llamó al Gobernador Muñoz y díjole que era un traidor; respondió con su inocencia ser salvado de todo, y admirado del mal informe habló por sí mismo libremente, y ella no sastifecha ó fuese por la demasía, sin más información que su enojo, aquella noche luego le mandó ahorcar en la plaza y se volvió á Tenerife dejando mandado que se diese sepultura del lado de su marido Hernán Peraza.”
“Siendo muchas las extorsiones y agravios que esta Señora hacía á sus vasallos, pasaron á España estas quejas y la viuda de Muñoz, mandósele parecer á la Señora Beatriz á que alegase de su justicia, y ella confiada en los favores del Rey D. Fernando y su Señora la Reina, pasó a España aunque se lo estorbaba bastante su marido Alonso de Lugo, de que enviase persona por sí ó que esperase otra coyuntura, más ella se fue de prisa, llegó a Medina del Campo donde estaba la Reina, fue de todos bien recibida y de verla muy alegres, dio su descargo y salíanles nuevas acusaciones y demandas, y un día, sin poderse saber la causa amaneció de repente muerta Doña Beatriz de Bobadilla; hizo por ella mucho sentimiento su Señora Doña Isabel; dejó a su hijo Guillén Peraza de Las Casas en la tutela de Alonso de Lugo, y pasando el tiempo de la edad de catorce años, pedía la posesión de sus dos Islas, Gomera y Hierro, y haciéndole de muy mal el devolvérselas Alonso de Lugo, graves excusas diciendo que era muy niño.”(Tomás Marín de Cubas. [1694]
Viudo nuevamente, casó hacía 1513 con Juana de Masiéres, con quien tuvo dos hijas: Constanza de Lugo y Luisa de Lugo. Parece ser que una de las fórmulas empleadas por los Reyes Católicos para tratar de corregir a sus siervos disolutos era la de obligarles a contraer matrimonio con personas que eran incomodas en la corte y deseaban alejar  de la misma, así bien “acomodadas” eran desterradas a las recién adquiridas colonias.
Testó ante Juan Márquez, el 13 de marzo de 1525, siendo su albacea su sobrino Bartolomé Benitez, fue sepultado en mayo de 1525 en el Convento franciscano de San Miguel de las Victorias. Actualmente sus restos están en un mausoleo en la Catedral de La Laguna.

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