sábado, 7 de mayo de 2016

Te oí en el lamento

Lo que me entristeció y hasta feo estaría que en más de tres décadas no te conociera, el abatimiento que por embates que tiene la vida, esos duros golpes, que como boxeadores en el ring, muchas veces no lo esperamos y suceden.
Suceden porque todo tiene un porqué y porque no. No podemos poner puertas al campo.
Eres y serás una de las personas más importantes de mi vida, con otras que ya no están y que a veces la vida, esa injusta vida, nos arrebatan porque toca de nuestro lado.
Eres el súper bipolar de mi entorno, el que ve el vaso medio lleno, para tu entorno y medio vacío para ti.
En el recuerdo, me hiciste entristecer, de aquellas tardes lejanas de vino, porros y la fundamental música entre nosotros.
Viajábamos, entre conceptos y formas nuestra forma de entender la vida, o como muchas veces queríamos que fuera y muchas veces no fue.
Sobretodo lo más que me amargó, fue cuando a mi pregunta ¿ ya no oyes música ? Me respondiste que no.
Horrible y dolorosa fue esa respuesta, tú el maestro musical, el disyokey, el sibarita musical, fueras o las circunstancias más bien de este lleva y trae de esta vertiginosa vida, te aparte de la música, ese orgasmo del alma.
Te puse una disco-grafía, como siempre se te iluminó la cara, la oíste y te fuiste a otro tiempo. Como no era, de menos esperar tu reacción.
Sabes, es duro lo que te escribo ahora en este momento, pero has empezado a morir, tu nuestro disyokey, te has apartado de la música y sinceramente, siempre te lo he dicho de que te lloré  yo a ti, prefiero que me llores tú a mí.
Vuelve por favor a reír y a llorar, a través de los acordes de cualquier canción. No te dejes ir, no empieces a pagarte. No sabría que hacer y de las tres piedras, ya falta una, si faltarán dos. 

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