Un día me invadió, la melancolía que venía de la mano con la tristeza y más atrás venía el señor arrepentimiento.
Fue la tal sensación que cuando llegaron, empecé con el señor recuerdo que ayudado de la señorita melancolía, llenaron mi alma de tristezas, mi ojos se llenaron de lágrimas, de esas lágrimas tan amargas y ácidas como un pomelo.
De arrepentimientos de errores cometidos, errores irreparables, consecuentes de un desolador paisaje.
Gris turnándose a negro en muchas fases de ese momento.
No visualizar la claridad ante un paisaje árido en es momento, ni un oasis se veía a lo lejos.
Oscuro pesar de ese momento, que en la entrada de la melancolía, que junto con el recuerdo, hicieron explotar el volcán de mis emociones más sórdidas, más desconsoladoras.
No hallé, consuelo en ningún momento y de mi alma salió el arrepentimiento y el dolor en un instante, casi al borde de la locura.
Analizar cada punto, cada momento, cada instante, con solo una palabra, perdón.
Perdón por tanto daño, gratuito, inconsciente, de cárter de brutales arrebatos de personalidad.
Mil vidas tendría que pasar, para no volver a cometer errores, con daños colaterales.
Mal diciendo, salí de aquel momento, que aunque fue un momento, resumió muchas partes de mi vida.
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