Les presento a la familia González: Pedro, cabeza de familia, su rubia esposa Catherine y sus dos hijos mayores Maddalena y Enrico. En realidad sólo es parte de la familia, ya que Pedro y Catherine tuvieron bastantes más retoños, unos peludos como el padre y otros lampiños como la madre.
Estos peculiares hombres lobo son el primer caso documentado de hipertricosis o síndrome de Ambras, una alteración genética hereditaria caracterizada por el crecimiento excesivo de vello por todo el cuerpo, especialmente en el rostro. Es un síndrome tan infrecuente que a lo largo de la historia, la mayoría de afectados acabaron convirtiéndose por su rareza en freaks de feria, la única profesión que les permitía ganarse el pan y mitigar el ostracismo en una sociedad que rechazaba lo diferente. Triste, ¿verdad?
Pero antes de hablar de los Gonzalez, vamos a meternos en contexto. Durante la Edad Media y el Renacimiento, se había extendido mucho el mito del salvaje, un mito antiquísimo cuyo origen se remonta a la antigua Mesopotamia. Los principales artífices de esta difusión fueron los numerosos libros de viajes que narraban a los atónitos lectores occidentales, con bastante más fantasía que realidad, las maravillas que podían encontrarse en tierras lejanas y exóticas. Uno de estos prodigios era "el salvaje", un ser completamente cubierto de pelo, mitad hombre y mitad animal, que vivía desnudo en los bosques completamente ajeno a la civilización. Este era el aspecto que se supone que tenían estos salvajes:
Los renacentistas cultos creían a pies juntillas en estos extraños seres. Por tanto, no nos resultará difícil imaginar la ilusión que debió hacerles el descubrimiento del pequeño Pedro González en Tenerife, tierra exótica a más no poder, y que constituía la prueba fehaciente de que los salvajes realmente existían. Sin dudarlo ni un momento, sacaron a Pedro de su entorno "salvaje" y se lo llevaron como regalo al rey Enrique II de Francia. El rey francés enseguida se percató de la gran inteligencia del niño e hizo todo lo posible por convertirle en un "salvaje civilizado". En la corte de Enrique II, Pedrito aprendió latín y otros idiomas europeos y fue honrado con el título menor de sommelier de panneterie de bouche (una especie de sumiller del pan). Cuando estuvo en edad de merecer, el "salvaje de Canarias", como se le conocía, contrajo matrimonio con una jovencita rubia y sonrosada llamada Catherine que le dio varios hijos, algunos de los cuales heredaron su condición.
A pesar de que vivían bastante bien para la época, Pedro González y sus hijos peludos no dejaron nunca de ser una propiedad valiosa, curiosos objetos de coleccionista de los que se podía presumir ante conocidos y amigos y que también podían regalarse. De este modo, tras la muerte del rey francés, la familia al completo pasó en forma de presente a manos de Margarita de Austria, gobernadora de Flandes y duquesa de Parma, y posteriormente fueron "heredados" por el hijo de ésta, Alejandro Farnesio.
Desde el punto de vista artístico, los dos mejores retratos del clan González (o Gonsalvus en su versión latina) son de la época en que se instalaron definitivamente en la corte de Parma, con los Farnesio. El primero de ellos es el retrato de Antonieta (Tonigna para los amigos), una de las hijas de Pedro y Catherine, que por entonces debía tener unos siete u ocho años. La pintora Lavinia Fontana deja de lado la curiosidad científica para crear un delicioso retrato infantil de enorme dulzura, a pesar de la extraña fisionomía de la modelo. La niña, elegantemente vestida, sujeta con sus manos regordetas una carta que dice lo siguiente:
De las islas Canarias fue llevado / al señor Enrique II de Francia / don Pietro el hombre salvaje / de allí, se instala en la corte / del duque de Parma, junto conmigo / Antonietta, y ahora yo estoy / en la casa de la señora doña / Isabella Pallavicina, marquesa de Soragna
El pintor clasicista Agostino Carracci fue el encargado de retratar al hermano mayor de Antonietta, Enrico o Arrigo González, que es el niño que aparecía en los retratos del principio del post. Al igual que le sucedió a Antonietta, Enrico volvió a ser regalado, esta vez al cardenal Odoardo de parte de su hermano Ranuccio Farnesio (hijo de Alejandro Farnesio). No se trata de un retrato al uso, más bien parece un cuadro mitológico. Enrico, con el rostro lleno de pelo y vestido con pieles, es la encarnación del salvaje mitológico. Está rodeado de animales (un loro, dos monos y dos perros) y le flanquean el enano Amón y el bufón Pedro. Animales y humanos, sin distinción, son los encargados del entretenimiento de la corte.
“La Bella y la Bestia”: Una historia REAL inspirada por un hombre de carne y hueso
La vida de esta pareja inspiró la creación del relato más famoso de esta historia…
Ante los ojos de la corte de Francia del siglo XVI, Pedro González era un ser salvaje que posiblemente se transformaría en hombre lobo con la luna llena, pero este joven, cuyo cuerpo estaba completamente cubierto de pelo, no sólo desafió la ciencia de su época transformándose en un caballero culto y educado, sino que además contrajo matrimonio con una bella doncella inspirando la famosa historia de amor.
Pedro González nació en 1537 en Tenerife.
Y tuvo la desdicha de vivir en una época en donde se creía en criaturas misteriosas y monstruosas que hoy en día son parte de la ficción… Uno de los personajes más temidos de ese tiempo era el “hombre salvaje” que supuestamente en las noche se robaba a los niños para devorarlos.
Pedro sufría de una condición genética llamada hipertricosis:
Que se caracteriza por un exceso de vellosidad que cubre todo el cuerpo a excepción de las palmas de las manos y plantas de los pies, por culpa de esta condición, fue tomado por hombre lobo y capturado para luego ser regalado a Enrique II rey de Francia… En esa época las cortes se fascinaban con las rarezas de la naturaleza y ser “dueño” de algún ser especial (personas con alguna malformación) era símbolo de estatus.
Según una investigación llevada a cabo por el Smithsonian channel y plasmada en un documental llamado “The Real Beauty and the Beast”, el rey decidió entonces hacer un experimento para ver si la temida bestia, que en realidad era un niño de 10 años, podría humanizarse: El joven fue bautizado como Petrus Gonsalvus, cambiando su nombre al latín.
Para llevar a cabo su prueba el rey lo vistió con ropas de noble…
Lo alimentó y le puso tutores que lo educaron enseñándole a leer, a escribir, otros idiomas y todo lo que un caballero de alcurnia debía aprender. Los científicos de la corte quedaron sorprendidos por sus avances y cómo esta “bestia” se había convertido casi en un ser humano… Nada extraordinario, ya que Gonsalvus era una persona perfectamente normal.
Cuando Enrique II, su mentor y protector, muere la propiedad de Petrus, porque aun por muy culto y bien vestido, seguía siendo un objeto más en la corte, pasó a manos de su mujer Catalina de Medici.
HenryIICatherineMedici
Ella decidió ir más allá con el experimento y encontrarle una esposa:
Para que procrearan y fue quien eligió a la mujer que debería vivir junto a este ser medio hombre y medio animal. La doncella debía ser ¡Hermosa y con una personalidad difícil de intimidar!. La elegida fue una joven llamada Catherine, quien conoció a su marido el día de la boda.
Despojados de sus hijos.
El plan maestro de la reina era ver qué pasaba si una bella mujer se unía con este extraño ser ¿concebirían pequeñas bestias?… Sin embargo, los primeros dos hijos de la pareja nacieron completamente normales lo cual amenazaba con hacer fracasar el experimento de la reina.
Pero Petrus y su mujer tuvieron siete hijos en total y cuatro de ellos nacieron con hipertricosis para deleite de Catalina de Medici, fueron varios los pintores que retrataron a la “familia salvaje” inmortalizándola y propagando su fama por toda Europa.
Con el duque Ranuccio Farnese como su nuevo patrón
Después de cambiar varias veces de dueño, la familia se asentó en Parma, Italia, con el duque como su nuevo patrón: Este hombre explotó a los niños Gonsalvus separándolos de sus padres y entregándolos como regalos… La pequeña Antonietta, por ejemplo, fue ofrecida a Isabella Pallavicina una de las amantes del duque.
Un cruel destino decidido por la ignorancia de la época hizo que a estos niños se les tratara como mascotas de la clase poderosa. Parte de esa historia puede leerse en el libro “The Marvelous Hairy Girls: The Gonzales Sisters and Their Worlds” de Merry E. Wiesner-Hanks.
Finalmente, la pareja se fue a vivir al pueblo italiano Capodimonte donde pudo llevar una vida más tranquila, las investigaciones confirman que estuvieron casados por aproximadamente 40 años.
En los registros de muerte de la ciudad se indica que Catherine falleció en 1623. Sin embargo, no existe ningún archivo con el año de muerte de su marido. Los estudiosos entrevistados por Smithsonian Channel aventuran, en el documental, que es posible que nunca se le haya considerado un ser humano digno de un ritual cristiano, sino que más cercano a un animal y por eso no hay registros.
La vida de esta pareja inspiró la creación del relato más famoso de esta historia: “La Belle et la Bête” de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, publicado en París en 1740.
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