viernes, 17 de marzo de 2017

Llegan las tardes, diferentes.

Llegada de la tarde, es una relajación, cambiando aspectos de vida que casi tenía olvidados, esa suave brisa, esos acordes de algún tema de los ochenta, que bonitos y tiernos se vuelven aquellos recuerdos, en compañía de dos fieles amigas, que son imprescindibles en mi vida, con mi amiga, la soledad y su prima la melancolía, analizando detalles del pasado de lo que pudo ser y no fue, porque nosotros tomamos esa decisión.
Liberado de taras y manías externas, ya con las mías tengo bastante, soñando como siempre, cerrando los ojos y imaginando situaciones que no se dieron, o se sucedieron y no fuimos capaz de articular la palabra precisa.
Empiezas como en otras secciones de tu vida a ver cosas que tenías olvidadas quizás apartadas y como cuando niño miras con inocencia, al terminó de una pared.

Los ojos vuelven a brillar, pues no hay nada más bonito que volver a tener y recuperar esa inquietud aparcada, pero no olvidada de el renacer, no importa las veces que doblemos, la rodilla en el suelo jamás estaremos derrotados.

La sombra de la tétrica desilusión, cuando aparece hay que echarla hacia a un lado, lo más pronto posible y como si en un bosque de hiedras se tratara, romper para abrir, nuestro camino y que ese brillo de nuestros ojos vuelva a estar presente, pues la ilusión es una una virtud casi tan nuestra como, nuestros primeros pasos.

Pero buscar en la soledad y en la melancolía, te hacen ver y disfrutar de cual maravillosa es la vida.

La gente que a veces te intoxica con mi vida es una mierda, la vida que tengo yo no la quería, pero tú la decidiste, evidentemente es arrimar la culpa, a las circunstancias, no la decisión fue tuya, de nadie más y para bien y para mal, te toca, lo bueno es aprender con el debe y el haber. Renaciendo de mis cenizas estoy. Lo lograré pues yo si supe aceptar mi realidad. No le echó la culpa a nadie, fui, soy y seré yo.

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